Dogo tenía una fuerte sensación de entumecimiento en las piernas, era de noche y la única luz además de la luna, era el fuego.
– General, evacuamos la aldea temprano.
Apretó los dientes con fuerza – lo sé.
Sabía muy bien que las personas estaban a salvo, cuando sus hombres vieron al ejército de Urbón dirigirse a ese lugar, ordenó de prisa la evacuación, gracias a eso salvaron a todos los aldeanos, pero lo que en verdad le preocupaba era el tiempo.
Originalmente, el ataque a esa aldea debía ser dentro de dos meses, fue ese el detonante que hizo que el gran monarca enviara al general Estanced con sus hombres y un mes después estaría despidiéndose de Limei, más tarde, en la historia donde él se encontraba, Limei trató de detener el ataque, pero sus hombres todavía no le eran devotos y solo llegó después de que la aldea fuera reducida a cenizas.
Qué ese incendio tuviera lugar dos meses antes era una señal, Dogo estaba cambiando la historia.
– Maldición.
– General, ¿sucede algo? – el hombre a su lado era Ceramo, lo ascendió un mes atrás, después de que fue su guardia durante tanto tiempo, observó las clases de Halcón, las conversaciones con Limei y su actitud despreocupada cuando no era el general sino un simple esclavo, Dogo consideró que ese hombre era el más cercano a él, además era extremadamente obediente, jamás lo cuestionaba, solo obedecía.
En ocasiones Dogo se preguntaba sí el que fue un esclavo en su vida pasada era él o Ceramo – Trae un mensajero, necesito escribirle a Limei – el asunto del ataque anticipado también debía saberlo ella.
– Enseguida General – un papel le fue traído, Dogo lo miró, se hizo un corte en el dedo con una cuchilla oculta en una sortija y la dejó caer sobre el papel, lo enrolló y lo regresó.
Los mensajes podían ser interceptados y no podían correr ese riesgo, por eso Dogo solo dejaba caer una gota de su sangre, cuando Limei la veía, de inmediato se transportaba hasta donde él estaba, de esa forma no importaba quién interceptara el mensaje, nadie sabría el mensaje.
Ceramo miró el papel, no hizo preguntas y llamó a un halcón para enviarlo.
Realmente el mejor ayudante, debí tener uno así en mi vida pasada, suspiró.
– Es él.
– El general Estanced.
Las voces lo sacaron de sus pensamientos y volteó a ver a las personas que solían vivir en la aldea, mentalmente los contó, no eran muchos, apenas llegaban a los doscientos, pero eran doscientas vidas sueltas en ese mundo.
Dogo quería llorar, hincarse y suplicarles que tuvieran vidas tranquilas y monótonas en los bosques y que jamás, salvo circunstancia alguna quisieran hacer algo sobresaliente.
– General.
– La amenaza no se ha erradicado, los enviaremos a un lugar dónde estarán a salvo – miró a sus hombres – se ocultan en el bosque, tenemos que atacar esta noche.
– El general Estanced es nuestro salvador, ¿cómo podemos agradecérselo? – una joven corrió hacia él, la voz fue amable, en cierta forma seductora.
Dogo estuvo un tiempo en la sección de esclavos de cama y odio cada minuto, fue gracias a la cicatriz de su rostro que logró salir de esa pesadilla, pero estuvo el tiempo suficiente para reconocer el tono de voz y la inclinación del cuerpo de una persona.
Esa mujer lo estaba seduciendo.
Trago saliva.
– Cumplí con mi deber, no es necesario hacer más, nos vamos – subió a su caballo dejando atrás a la mujer que intentó seguirlo con poco éxito.
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No soy un virus, soy un acosador (primera parte)
Storie d'amoreDespués de invadir el sistema de un viajero de mundos, Dogo logró abrirse paso a un nuevo cuerpo y a una nueva vida. Esa nueva vida perfecta tiene un pequeño problema. - Por seducir al protagonista de esta historia y poner en peligro el mundo, voy a...