6.18 Una pareja honesta (1)

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La cena se redujo a una lumia, pocas veces usaba ese método, porque después de comerla no tenía hambre por dos días, pero no se sentía con ganas de cocinar, se quitó la ropa para darse una ducha, pasó un momento incómodo.

Su baño y el de Sebastián era iguales

Envidiaba a las personas que sabían qué hacer con sus vidas o hacia dónde querían llevarlas, en los últimos años, era como si despertara con el único propósito de consumir las horas que restaban hasta llegar a la noche, sabiendo que a la mañana siguiente habría otro día exactamente igual al anterior y después de un gran esfuerzo lograría consumir una semana, un mes, un año y así sería por el resto de su vida.

¿Quién diría que un golpe desataría su depresión?

Tomó su celular y lo encendió, tenía varios mensajes y llamadas perdidas, uno en especial era del secretario del señor Holt para darle dos días libres, otro era de Elías preguntándole cómo estaba, Karla preocupada por él, Aurora recomendándole remedios caseros, uno más de su hermana dándole las gracias y finalmente, cuatro mensajes de Sebastián.

= Entiendo, ¡qué descanses! =

= Tengo libre el día de mañana, me gustaría verte =

= ¿Estás bien? =

= Dime en qué habitación estás, iré para allá =

= ¿Te encuentras bien? =

Mientras leía los primeros cuatro, llegó un quinto mensaje, sus dedos pasaron por la pantalla dejando una gota de agua que escurría por sus dedos, entre cada mensaje había de cinco a diez minutos a excepción del último y si los repetía en su cabeza sonaba a una persona que estaba preocupada por él, alguien que lo extrañaba.

Movió la pantalla de chat para descubrir que siempre era Sebastián quien iniciaba la conversación, quien lo llamaba para que se vieran, quien le deseaba buenas noches cuando no se veían y quien le deseaba un buen viaje al despedirse, él rara vez mandaba mensajes, solo cuando respondía.

¿Por qué era tan estoico?

Cuando comenzó a salir con Gregory mandaba mensajes casi todo el día, estaba feliz de tener un novio y quería pasar cada minuto del día con él, hasta que sus mensajes dejaron de ser recibidos y descubrió que Gregory lo había bloqueado.

Se acostumbró a no esperar un mensaje o una llamada, se acostumbró a no tener citas y a llegar a la noche con la única idea de que estaba en una relación, sin importar que no pudiera verlo o hablar con él, como si el título de novio fuera una tabla de madera desgastada y podrida a la que se estaba aferrando desesperadamente.

Su dedo se movió en la pantalla y no pudo escribir, tuvo que limpiar el agua para que la pantalla táctil aceptara las teclas que presionaba y envió un mensaje.

= Quinto piso, habitación 1A, código 1991 =

Esperó los dos segundos a que el mensaje fuera leído y dejó el celular sobre la cama, cinco minutos después notó a la persona que llegó a su lado, la presión en el colchón cuando su rodilla se hundía, la calidez en su espalda, el beso en su nuca y la mano que se entrelazaba con la suya.

Cuando él estaba ahí, todo lo demás desaparecía.

– ¿Está bien si no lo hacemos esta noche?

– Lo está, solo descansa.

– ¿Por qué eres tan amable?

– Porque te amo.

Nunca antes abrió las cortinas.

Las cortinas grises del balcón que le daban una vista perfecta de los edificios, la calle, los árboles en las aceras, las montañas, la costa formando una media luna, los letreros de Brisa de Mar, y la luz del sol reflejándose sobre cada una de esas superficies.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora