7.11 Escape limpio

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Los aullidos en el exterior fueron demasiado fuertes y en el interior, los sirvientes se despedían obteniendo una compensación, Avis se quedó atrás para vestirse de acuerdo a la ocasión.

– Mi señora, llevé a los sirvientes por la puerta de atrás – anunció Joan – les pagué por sus servicios, todos le están muy agradecidos y esperan que pueda escapar de ese destino.

– Buen trabajo, saldremos a dar la cara, lleven fósforos y prendan las velas aromáticas de la entrada.

– No irás – le dijo Liam colocándose frente a él.

Avis sonrió – sé defenderme, tú lo viste hace dos semanas.

– Es diferente esta vez, estas personas te atacarán sin pensarlo.

– ¿Y yo me quedaré mirando?, eres lindo, pero el jefe aquí soy yo, quédate atrás y no dejes que te maten – le guiñó el ojo de la misma forma en la que una vez Damon lo hizo.

Claudio se puso de rodillas – mi señora – en su rostro se podía ver una súplica.

– ¡Oh! – lo había olvidado, Claudio Elson tenía familia, una esposa joven con siete meses de embarazo y dos padres ancianos que visitaron el salón no hace mucho, él no podía arriesgar su vida.

Suspiró y sacó una bolsa de su espacio simulando sacarla de su bolsillo – con esto debería ser suficiente, mándale saludos a tu esposa de mi parte, espero que su pequeño nazca fuerte y sano.

Claudio no tuvo el valor de alzar la mirada – muchas gracias, mi señora.

– Mi señora – la siguiente fue Joan.

Avis se sintió un poco atormentado, al tener dos sirvientes pensó que ellos estarían a su lado el resto de su vida, era un pensamiento egoísta – me has servido bien y pagaré por tus servicios.

Joan negó con la cabeza – no deseo marcharme, a donde usted vaya, yo iré – levantó la mirada después de su juramento de lealtad.

También, era demasiado para que una persona pudiera tomarlo – No hace falta, tendrás una vida más tranquila si te quedas en la ciudad.

– Con todo respeto, mi señora, esta ciudad ya me mostró sus colmillos, no tengo problemas con irme.

Las manos de Avis se apretaron – toma las cosas que quepan en una pequeña maleta y no olvides los fósforos.

– Si, mi señora.

Antes de continuar, Avis volteó a ver a su guardaespaldas.

– Te seguiré hasta la muerte.

– ¿Cómo es que ella me inspira confianza y tú me das escalofríos? – sus hombros temblaron – quédate atrás, y no saltes a mi rescate, terminaré matándote y todavía no me cumples.

– Tendré cuidado.

La entrada del salón se había vuelto ruidosa, Avis miró a través de su máscara a los hombres reunidos y se presentó con un vestido verde esmeralda y un abrigo blanco sobre sus hombros.

Joan encendió las velas sin que alguien le prestara atención.

El inquisidor lo miró de arriba abajo – ¿usted es?

– Puede llamarme, ¡señora Esmeralda!

Liam trastabilló, si no fuera porque lo había visto desnudo, habría jurado que quien hablaba era una mujer, el tono de voz era dulce sin ser meloso y suave como una caricia. Y él no era el único que lo creía.

El inquisidor tosió secamente – Señora Esmeralda, este decreto la instiga a irse amablemente o nos veremos forzados a echarla de la ciudad por sus crímenes.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora