3.7 Costo del alma

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Un hombre con el cuerpo encorvado metido en una gran y larga túnica negra miraba con una expresión asesina, bajo sus pies había ciertos símbolos brillando sobre la roca y a su derecha se encontraba un cadáver caminando y mirando a su objetivo, las venas en los músculos de sus brazos sobresalían, las costuras despedían un aura negra y sus pasos retumbaban sobre la roca, abrió la boca y soltó un largo grito en un tono grave que hacía que la piel se estremeciera.

Los ojos de Luna se posaron sobre la otra presencia en esa gran roca aplanada a las afueras de la cueva, era Tadeo, su cuerpo estaba bañado en sangre, su expresión era de enfado, apretaba los dientes, sus uñas se habían convertido en garras y antes de que Luna pudiera correr hacía él, un objeto extraño pasó por su lado cortando el aire y algunos de sus cabellos.

Una espada.

La espada negra de gran grosor fue tomada por la mano del cadáver, la sujetó con una sola mano a pesar de su gran tamaño y peso, la agitó en el aire como si fuera una simple pluma y se lanzó sobre Tadeo.

– No – su voz fue apenas un gemido, era imposible que la escucharan, pero se cubrió la boca asustada, vio a Tadeo esquivando al cadáver que se movía demasiado rápido, demasiado anormal, la espada giraba sobre su mano mientras su antebrazo rotaba como si no tuviera huesos, describía círculos, atacaba desde todas las direcciones y respondía a los ataques que venían desde detrás como si tuviera ojos en su espalda.

Después de algunos minutos, no había un ganador, pero era claro que algo pasaba, el cadáver seguía de pie, tomando la espada con una mano, su cabeza colgaba en un ángulo extraño pero su fuerza seguía completa, Tadeo en cambio iba perdiendo velocidad y fuerza a una velocidad que era visible para ella, poco a poco los golpes del cadáver fueron más letales, encontraban la piel de Tadeo haciendo cortes en sus brazos, piernas, espalda y torso.

Casi no quedaba lugar donde colocar una herida.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y los cerró con fuerza, no quería seguir mirando, pero sí no hacía algo, Tadeo moriría.

Su corazón se ahogó, las heridas que Tadeo sufría las sentía como propias, sus manos apretaron la piedra a su lado y sus piernas perdieron fuerza, no podía seguir mirando, tenía que hacer algo, pero ¿qué?

Una estridente risa se hizo resonar entre los sonidos de choque entre la espada del cadáver y las garras de Tadeo, el sabio oscuro se mostraba satisfecho, fue un acierto no usar todos sus cadáveres maestros, mientras la matriz de absorción de alma estuviera en funcionamiento, un solo cadáver era suficiente para encargarse del dragón.

– Lo estás sintiendo, tu alma se desvanece y seguirá haciéndolo hasta que nada quede de ella, entonces podré usar ese magnífico cuerpo – su sonrisa se volvió maliciosa, se torcía en su rostro siendo más similar a una mueca que a una sonrisa – puedes sentirte orgulloso, cuando te convierta serás más fuerte de lo que jamás fuiste – su risa se volvió histérica.

Luna tomó su flauta, se ocultó entre las rocas y comenzó a tocar una melodía, las notas no eran tan rápidas como acostumbraba, sus dedos no se deslizaban, sino que se arrastraban pasando de una nota a otra dejando un sentimiento de nostalgia, el sonido fue trepando lentamente hasta envolver la cueva, desde esa perspectiva, ubicar el origen del sonido era casi imposible, daba la impresión de venir de cada rincón y cada esquina de las rocas.

La respiración de Tadeo se normalizó, la fuerza que consumía su alma se detuvo y extendió sus garras, el cadáver del general Balt se torció para lanzar un ataque más y Tadeo le cortó ambos brazos, exhaló una gran llamarada que le carbonizó el pecho hasta abrir un gran agujero, su cuerpo trastabilló después de eso defendiéndose y las manos de ambos se atraparon.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora