6.7 Efecto de nieve (1)

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Una hora después Nicolás estaba en la calle con una vestimenta más apropiada, una sudadera azul marino, un pantalón de mezclilla negro y sus anteojos, llegó a una cafetería donde Elías lo esperaba y se apresuró – gracias por venir tan rápido, necesito las llaves.

– ¿Llegaste bien ese día?

– ¿Qué?

– Te perdimos después de que te fuiste con Karla, ella dijo que te habías ido temprano y a la mañana siguiente Leo me llamó para decirme que todo estaba bien y que no debía preocuparme, pero te llamé y no respondías.

Estaba hablando de la noche que se emborrachó – lo que te dijo es cierto, estoy bien, la pantalla de mi celular se dañó por eso perdí la llamada.

Elías se sintió más tranquilo y buscó en su bolsillo – aquí están las llaves, a veces pienso que debería vendértelo, eres el único que usa ese piso.

Nicolás le sonrió – no puedo tener propiedades a mi nombre, pide lo que quieras, pagaré la cuenta – salió de la cafería sin darle oportunidad a Elías de decir una sola palabra.

Las llaves en su bolsillo eran de un piso en un edificio en las afueras de la ciudad, el área era poco transitada, casi desértica, los negocios cerraban y las personas se mudaban, pero también, era un sitio silencioso.

– Necesito un servicio de limpieza, le daré la dirección – comenzó a hacer varias llamadas – buenas tardes, para informar vamos a cambiar la locación, le daré la nueva dirección – notificó a los agentes de los modelos y también al equipo de fotografía – necesito un servicio de comida. Le daré la dirección. Es para, aguarde, ¿qué dijo?

De pronto algo cambió.

– Tenemos un contrato.

– Pagaremos la multa.

– Iré cuando tenga tiempo – colgó.

La compañía que se encargaba de llevar el papel picado que simulaba la nieve canceló, bueno, no era la primera vez que le pasaba.

La compañía de limpieza llegó, un plomero para revisar el baño y salió a comprar cortinas nuevas, si Vanguardia planeaba seguir atacándolos, necesitaría redecorar.

Entró la llamada de un número desconocido – Hola.

– Soy Aurora, la chica de la tienda, voy a necesitar algo de tiempo para pagar la factura.

Recordó a la chica que Gregory le pidió investigar – justo ahora estoy algo ocupado, ¿puedo llamarte mañana para arreglarlo?

– ¡Ah!, entiendo, lamento molestar.

– Está bien – colgó y miró el número en la pantalla por varios minutos.

Aurora Islas.

Arriba se escuchaba el ruido de los hombres que colocaban el azulejo y no podía colocar las cortinas ni terminar el trabajo hasta que ellos terminaran, tenía algo de tiempo.

Aurora

Estudiante del primer semestre de economía, veinte años, tuvo siete trabajos en el último año, fue despedida de todos y se vio involucrada en varias demandas, la contraparte alegó violencia y ella acoso sexual, vive en una pensión para señoritas con cuartos de cuatro x cuatro metros cuadrados y un solo baño por piso, y su cuenta bancaria solo tiene tres dígitos.

Muy lamentable, esa chica o era un imán de problemas, o un imán para pervertidos. Se encogió de hombros y envió la información al correo de Gregory, después guardó su laptop y la regresó a su espacio.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora