5.42 Alma estable

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Cabello castaño, ojos oscuros, rostro triangular, cuerpo delgado, alto, con una línea blanca que atravesaba su rostro, una camisa blanca y un pantalón café oscuro.

Esa era la apariencia de Dogo al momento de abrir los ojos en su jardín y a falta de un espejo no pudo darse cuenta de la persona en la que se estaba convirtiendo, aunque quizá, sin importar la presencia de un espejo, él no lo habría notado porque su cabeza estaba demasiado llena.

Ese chico infantil que no era capaz de sumar dos más dos en realidad fue él, cada vez que lo recordaba se partía de risa, en esa vida pecó de inocente y cometió tantos errores que era increíble que todo saliera bien al final del día.

¿Qué fue lo que le pasó?, sabía que jamás fue muy inteligente, pero nunca había llegado a ese nivel de ingenuidad.

Note le pidió su único mapa y él lo entregó como si fuera uno de tantos dulces en su bolsillo, sin mencionar que estuvo a punto de entregarle su espacio a su hermana Mina, de no ser porque no sabía cómo hacerlo.

– ¡Qué desastre! – se llevó la mano al rostro.

Sus ojos se abrieron y por primera vez miró a su alrededor, la mesa estaba en buenas condiciones, ahí encontró su pequeño molino y sus hierbas convertidas en polvo y catalogadas, no era un mal método, debió pensarlo antes y era una suerte que pudiera conservar el molino que Liam le regaló.

También notó que sus plantas lucían radiantes y llenas de vida o el árbol de lumias que crecía hacia afuera del jardín y

¡Afuera!

– No es cierto.

Corrió y tropezó con el banco que estaba apolillado en el suelo, llegó a la puerta que antes daba a un pasillo y lo que encontró fue un inmenso cielo azul con aves volando, un árbol tan grande que parecía llegar al cielo, montañas altas y animales que corrían de forma salvaje.

Se fue de espaldas y cayó al suelo.

El mundo que encontró en el castillo dorado, pensó que al morir lo dejaría atrás, jamás imaginó, algo así no debería ser posible, pero

Eso lo resolvía, los problemas de su alma, la desestabilidad que estuvo experimentando desde el comienzo, con ese mundo y la energía contenida, no debería haber problemas.

Regresó al jardín, buscó entre los libros y extendió su brazo pasando sus dedos por las líneas de su tatuaje, estas se encendieron en un rojo intenso que pasó a ser negro y una sensación le recorrió el cuerpo.

Su alma era estable.

Estaba completa.

Inhaló ruidosamente y se apoyó en la mesa, desde esa noche, cuando su alma fue fracturada, jamás creyó que lo lograría, pensó que pasaría el resto de su vida siendo un alma incompleta, una maraña de energía amorfa que no era considerada humana.

O como Liam lo había llamado.

Un virus.

Un error.

– Estoy completo – lo dijo para sí mismo y le dio un beso al tatuaje.

En su siguiente vida, haría las cosas bien.

Pero primero, tenía que ordenar un poco, comenzando con toda la basura que Saki lanzó a su mundo, especialmente por los barriles.

Hubo un año en el que una mujer ebria se lanzó a los brazos de Liam y Saki se volvió loco, pensó que su novio tenía debilidad por las personas ebrias así que corrió a comprar todo el licor que pudiera.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora