5.16 50 años (1)

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En su primer día Romeo descubrió que a Viola se le olvidó darle habilidades culinarias a Saki, en lugar de cocinar, él comía la misma fruta desabrida, cuando él la probó, la escupió.

Quizá era por su reciente conversión en lobo, pero ansiaba carne a medio coser y sin dudarlo fue a atrapar un animal, con sus nuevas habilidades regresó con un topo y lo ofreció para cocinar.

Fue el turno de Saki para vomitar.

Romeo pensó que Saki era alérgico o no le gustaba ese animal en particular, así que se fue y volvió con lo más parecido a un conejo que encontró, después le fue dando instrucciones a Saki para que lo despellejara, separara las vísceras y cocinara con su magia de fuego.

Más tarde los dos comieron conejo rostizado.

Restaban tres meses para que las puertas se abrieran, Saki estaba cansado, terminó de secar su largo cabello y se dejó caer sobre la cama, cerca de sus pies, Romeo dio un par de vueltas y se echó.

Tres meses.

Después de casi cincuenta años, volvería a ver el exterior.

Su corazón sintió temor.

Hacía mucho tiempo que no pensaba en su pareja predestinada, cuando eso sucedía, tenía pesadillas, se soñaba corriendo por un desierto, persiguiendo una tormenta de arena, estirando las manos que seguían vacías y despertaba con el brazo extendido y el cuerpo bañado en sudor.

Sus manos se aferraron a la sábana.

– Romeo.

Romeo todavía no se quedaba dormido, se levantó y caminó hacia él.

– ¿Puedo abrazarte?

Sin responder, Romeo se echó en el lado derecho de la cama y Saki lo abrazó.

– Tengo miedo, ¿qué haré si ya se fue? – no sabía de quién hablaba exactamente, era una sensación en su corazón que se volvía abrumadora, ¿qué iba a hacer, si su mano jamás alcanzaba aquello que perseguía?

¿Qué pasaría después?

Romeo le lamió la frente y se quedó a su lado el resto de la noche.

Después de cincuenta años el castillo dorado abría sus puertas, miles de magos se habían dado cita y entre ellos, había uno que sobresalía del resto.

Viola André, con su traje negro que incluía pantalones negros y un vestido rojo ajustado hasta el cuello, un largo cabello azul y un velo cubriendo su rostro encabezó el grupo.

Las puertas se abrieron.

Como siempre, muchos magos poco experimentados se lanzaron hacia las puertas sin ser conscientes de las trampas, las sectas se mantuvieron a la expectativa, buscando con la vista una entrada segura.

Un mago espacial llamó la atención.

Se trataba de un chico de doce años, demasiado joven para atreverse a ir al castillo dorado, él avanzó abriendo portales y atravesando las trampas con mucha habilidad, varios magos lo observaron hasta el momento en que llegó a la entrada y saltó sin problemas.

Los magos espaciales abrieron portales a ese mismo camino y se apresuraron dentro del castillo dorado.

– Maestra, ¿debemos ir ahora?

– Todavía no – Viola alzó el brazo, una secuencia que ella había reservado para Alicia y de la que iba a aprovecharse estaba a punto de ocurrir – abre un portal a la entrada del lado izquierdo, tres metros por encima.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora