6.37 El rol de una protagonista (2)

297 63 6
                                    

Nicolás se veía especialmente distraído mirando las copas de flan.

– No te alejes – le susurró Sebastián al oído – te llevaré a nuestra mesa.

– Seguro – contestó con desgana.

– ¿Qué te ocurre?

– Hablaremos en otro momento – no quería hacer ese problema más grande de lo que ya era.

El salón era agradable, las pinturas rusticas, las mesas redondas con manteles, la comida y los trajes que parecían haber sido sacados de una revista, en general no tenía razones para sentirse incomodo, salvo que lo estaba.

Cada vez que las miradas apuntaban en su dirección sus oídos zumbaban, las preguntas se volvían molestas y estaba cansado de repetir lo mismo, intentó salir de esa situación y buscó un sitio para sentarse donde no tuviera que enfrentar miradas desagradables.

Odiaba las fiestas.

Saliendo del salón encontró un balcón que daba al estacionamiento donde se encontraba una pareja besandose, el lugar estaba libre, por desgracia esa situación no duró demasiado tiempo.

– Linda noche – lo saludó un joven delgado vestido con ropa inadecuada para una fiesta – ¿no deberías estar sobre él? – señaló a Sebastián.

– No soy un adicto al sexo.

Escuchó risas – no dije que lo hicieran, solo mencioné que podrías ser más cariñoso – se encogió de hombros – Henry – extendió su mano.

De improviso la vista de Nicolás fue sobre el pecho de Henry, estaba usando una camisa delgada, pero podía adivinar que debajo de esa tela delgada había un pendiente colgando de su pezón tal y como vio meses atrás.

– ¿Quieres verlo?

– No es necesario – se recargó en el balcón e hizo la cabeza hacia atrás buscando la luna.

Henry lamió el borde de su copa y se recargó a su lado con la vista puesta sobre las personas de la fiesta y notó la mirada de Henry, estaba más cerca, casi invadiendo su espacio personal.

– ¿Por qué estás aquí?

– Fumar – sacó un cigarrillo de su bolsillo – ¿tienes un encendedor?

– Si fumas, deberías tener el tuyo.

– Nunca enciendo mis propios cigarrillos, es una regla y una oportunidad, les da a los hombres la pauta para acercarse, no lo subestimes, es más certero de lo que imaginas, ¿qué hay de ti?, ¿cuál es tu truco?

No tenía, si no se hubiera emborrachado esa noche seguiría virgen y en una relación sin futuro, que Sebastián fuera el hombre al que abrazó y besó, y que él lo aceptara en lugar de empujarlo e insultarlo, era casi un milagro, se sentía como si le hubiera caído un novio del cielo.

Henry sonrió – está bien si no quieres compartir, mmmm, parece que el drama jamás muere, ¿sabías que hay rumores sobre el editor de Vanguardia y la modelo Islas?

– ¿Qué?

La curiosidad lo venció y se incorporó para mirar la escena, Timothy y Aurora estaban abrazados en lo que claramente era un malentendido, esos dos se odiaban, ni por un momento creería lo contrario, aunque, tuvo que admitir que la impresión que daban era la de una pareja.

Sus labios se entreabrieron para decir algo, pero al segundo siguiente un paño cubrió su nariz y boca bloqueando su respiración, el aroma fue picante y su visión se nubló al tiempo que el salón se ladeaba de forma extraña.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora