1.11 Acosador

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Un gran número de hombres levantaban grandes rocas para arreglar el agujero en la muralla que las explosiones del príncipe Igno dejaron atrás, reparar el daño no era tan simple como crearlo, esa obra llevaría varios meses y durante ese tiempo los hombres debían comer, dormir y divertirse.

Dogo maldijo entre dientes.

– Embajador, llegó otro reporte, hay ladrones en la ruta entre la capital y la aldea de Kato.

– Gracias por el aviso – por supuesto que había ladrones en ese camino, había ladrones en todos los caminos, era la forma en la que los hombres leales al antiguo reino de Urbón se rebelaban y la mayoría de ellos solían ser soldados por lo que estaban bien entrenados y eran fuertes.

De regreso en lo que solía ser el castillo y que ahora era la mansión del embajador Dogo vio al príncipe Igno, o como debía llamarlo, ¡Liam!

– Es muy pronto, te dije que vigilaras la construcción, sí hacen un mal trabajo la ciudad quedará vulnerable.

– Me estoy encargando, llegó otro mensaje – caminó hasta la maqueta que representaba el reino y colocó una bandera roja sobre un punto – otro grupo de ladrones, son demasiados, no sé cómo lo arreglaremos.

En ese punto Liam estaba rodeado de papeles y documentos, todos acomodados dirigentemente, cuando vio a Dogo colocar una bandera se paró y miró la maqueta – todos los puntos son cercanos y los reportes llegan uno por uno, no son varias bandas, es un solo grupo, están haciéndolo para distraernos, sí enviamos hombres a todas esas ubicaciones será una pérdida de tiempo – miró las divisiones y apuntó un lugar en específico – éste será su próximo objetivo, envía un grupo pequeño con órdenes de asesinarlos.

– Bien.

Antes de irse miró al príncipe y se preguntó cómo podía ser tan sabio.

El título de Embajador Estanced era solo decorativo, todo el trabajo lo estaba haciendo el príncipe Igno, era impresionante.

Tan solo en el primer mes, el príncipe reactivo la economía y reasignó terrenos fuera del desierto, las aldeas en esos puntos serían las responsables de la agricultura del país y recibirían muchos estímulos, al mismo tiempo abrió cuatro minas en el terreno del desierto y coloco trabajadores, así como guardias, con esas minas se abrirían cuatro nuevas ciudades lo que significaba que habría hogares para aquellos que escaparon durante la invasión.

Las prisiones eran escasas y los prisioneros de guerra eran demasiados, el príncipe Igno entró a las prisiones y con un solo vistazo ubicó a aquellos que todavía amaban al antiguo rey y su régimen, así como a aquellos que solo pelearon para llevar pan a sus hogares, las verdaderas amenazas se quedaron y los trabajadores fueron liberados.

En ese momento el reino carecía de un ejército, solo tenía agricultores, mineros y comerciantes, las otras profesiones eran escasas por lo que a menudo se solicitaban materiales al reino del cielo azul.

Con todos los avances, el gran monarca no tuvo problemas en cumplir sus peticiones.

En el lapso de tres meses la ciudad no parecía haber recibido un ejército invasor

Salvo por los grandes agujeros creados por las explosiones

Día tras día, Dogo no podía dejar de admirar a ese hombre, pero había algo que le preocupaba, su actitud no solo era tranquila y abierta, le daba todos los detalles, le informaba sobre las posibles actitudes de sus hombres y la posibilidad de que el gran monarca le diera la espalda y comenzara a explotar recursos de ese país, Dogo debía tener cuidado, enviar los recursos, pero nunca poner en peligro la estabilidad del antiguo reino de Urbón.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora