6.30 San Valentín

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Invierno.

El pronóstico del tiempo anunció una tormenta, pero jamás pensó que se congelaría.

Entró al edificio con calefacción y se quitó el gorro – por favor mátame, muerto mi temperatura será más alta.

Karla le sonrió y le entregó un folleto – este es el vestido que elegí, hablé con Aurora y ella está de acuerdo.

Un vestido azul con transparencias, Nicolás hizo una mueca con la boca, cuando dos mujeres reñían, lo ideal era estar muy lejos – sí ella lo decidió, adelante – terminó de caminar y llegó a su oficina.

Cálido.

Amaba los sillones, también amaba que Sebastián le ayudara a elegirlos, podía sentarse, recostarse y si no fuera por las cámaras de seguridad tendría sexo en uno de ellos, era tan reconfortante.

Hasta que su asistente le recordaba que estaba en horas de trabajo.

– Llegaron las presentaciones, la presidenta quiere que las revises.

– Déjalas en el escritorio.

La única cosa que hacía bien, medicamentos.

No era un químico y su laboratorio no era muy sofisticado, de hecho, para guardar las apariencias comenzó a comprar tubos de ensayo, microscopios y demás elementos que, según un drama de televisión, es lo que todo científico loco debe tener.

Y claro, terminó usando un molino pequeño que estaba guardado en su espacio y un caldero que bien podría salir en una serie de brujería, no porque quisiera hacerlo, simplemente se sentía más cómodo.

Se sentó y miró las presentaciones, como adivinó sus diseños fueron rechazados, una botella de cristal con forma de cisne no era recomendable, las personas preferían frascos de plástico más prácticos y que no se romperían tan fácilmente.

Destapó el primero y observó las capsulas azules, le dio la sensación de estar mirando huevos, se suponía que cada capsula contenía la cantidad requerida para cada aplicación, simplemente se exprimía y se untaba en el área afectada.

No le gustó.

El segundo empaque era un frasco alargado muy pesado y observó el líquido azul.

Dos meses atrás se tomó cuatro días en su espacio para preparar la receta, compró los ingredientes para un lote, agregó una pequeña porción de su medicamento, un colorante azul y la trajo como ofrenda de paz, la presidenta inició las pruebas ese mismo día y una semana después ya tenían un grupo de control para probar que la crema no produjera efectos secundarios y fuera segura, en ese paso estaban eligiendo el empaque, todavía faltaban meses para que la crema recibiera la aprobación para su venta, pero querían ahorrar tiempo.

Se sentía como un estafador, porque la receta no era suya, sino de otro de los dueños anteriores de su espacio, pero él la adecuó y la completó con ingredientes de su mundo, debía tener algo de crédito.

Al terminar de probarlos, se decidió por el frasco alto con una tapa cuadrada e hizo un informe, era todo lo que necesitaba hacer en su trabajo hasta que se anunciara el desarrollo de un nuevo producto, así que después de eso, salió con su abrigo.

– Habrá una fiesta este fin de semana, la presidenta quiere que asista.

Nicolás se lamentó, casi era un buen día – lo tendré en cuenta, bien, iré – agregó al ver la expresión de su asistente.

De vuelta en la calle subió al coche que la presidenta compró para él y tomó su celular para revisar los mensajes, después de renunciar tiró su antiguo celular y usó el que tenía la información de su cuenta bancaria, el número solo lo tenían unas cuantas personas, Sebastián, su familia, compañeros de trabajo y sus amigos.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora