5.19 ¿Por qué tardaste tanto?

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Saki entreabrió los ojos, entendía que se había convertido en un esclavo y sabía que estaba siendo vendido, pero

¡Cincuenta!

Valía diez veces más que eso.

Si era vendido por un precio tan bajo cualquiera podría comprarlo.

– Treinta – alguien gritó y hubo risas.

– Solo ofertas serias, quiero que observen su cuello, este esclavo fue marcado, no puede usar su magia, significa que no podrá escapar.

– Quinientos.

El precio aumentó y su corazón se hundió, ¿por qué se había metido en ese problema?, ¿por qué no escuchó a Romeo? Mina tenía razón, no estaba listo para el mundo, eso era lo que pasaba cuando nadie lo cuidaba.

– Quinientos veinte.

– Quinientos cincuenta.

Las cantidades se volvieron burlas, quería escapar a su espacio, pero ni siquiera eso podía hacer.

– Cincuenta mil.

Hubo silencio, después de esa oferta nadie más habló.

– Vendido.

Alguien tiró de las cadenas que le sujetaban las manos y él se movió por inercia.

– Tienes suerte, conseguiste un buen precio, se bueno.

Ni siquiera vio a la persona que le dijo esas palabras, esperó de pie y en completo silencio con la cabeza apuntando hacia el suelo, en su campo de visión aparecieron un par de botas negras, su vista subió hacia un traje elegante, un cuerpo atlético, un rostro atractivo y un largo cabello negro.

Su nuevo dueño le acomodó el cabello detrás de la oreja derecha y Saki sintió una extraña corriente que iba desde ese punto hasta su barbilla, se cubrió de prisa y miró con los ojos vidriosos – ¿por qué eres tú?

Elliot Reikon.

Saki activó su insignia cincuenta años atrás y él jamás llegó, lo abandonó, él lo sabía, pero al ver que se trataba de un conocido, su rostro se llenó de lágrimas y se lanzó a sus brazos – ¿por qué tardaste tanto?, estaba muy asustado – lloró.

– Calma, calma.

El rostro de Saki todavía tenía lágrimas cuando el esclavista llegó – aquí tiene las llaves de las esposas, que disfrute su compra.

Saki quería golpear a todas esas personas, ¿cómo se atrevían a vender personas libres como esclavos?, sabía que era un vagabundo, pero no les pertenecía, ¿qué derecho les daba aceptar dinero en su nombre?

Elliot tomó las llaves y las guardó en su bolsillo.

– Espera – le sujeto el brazo – Romeo, un lobo negro con una mancha roja en la oreja, no podemos irnos sin él.

– El lobo que mencionó, ¿cuánto cuesta?

– Tiene un precio fijo de quinientos.

Elliot sacó el equivalente en billetes después de haber gastado cincuenta mil y esperaron.

Romeo llegó en el interior de una jaula y al salir corrió a los brazos de Saki, él quiso abrir los brazos, pero las cadenas se lo impedían y antes de que Romeo llegara, algo tiró de su cintura y lo apartó.

Elliot se plantó entre ambos y miró al lobo muy fijamente – ¿qué tan familiarizado estás con él?

– Mucho, dormimos juntos todas las noches.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora