6.43 Una antigua promesa

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En la vida que llevaban no había grandes contratiempos, algunas veces estaban demasiado ocupados o se veían obligados a separarse por un par de días, pero siempre estaban juntos y Nicolás se había acostumbrado a ese modo de vida.

Le gustaba que su vida fuera de esa forma.

Su celular sonó camino a casa y vio que no reconocía el número – hola – contestó de todas formas y la conversación lo tomó por sorpresa – podría, repetir eso, si, entiendo, iré enseguida.

Para la policía, recoger a un hombre ebrio en un callejón no era la gran cosa, tampoco encontrar drogas en sus bolsillos, apenas un cargo menor, no había razón para llenar su día con papeleo a causa de una persona cuyo cadáver recogerían y lanzarían a una fosa común en un par de semanas.

Lo sorpresivo de esa noche, fue que el hombre de cabello negro con marcas de rasguños por todo el rostro y de aspecto desagradable, dio el nombre de Nicolás Bailey, accionista de la empresa Brisa de Mar como su familiar y también dio un antiguo número que estaba ligado a esa persona.

La policía no quería molestar a un hombre tan conocido, pero no podían simplemente ignorarlo.

Nicolás esperó y vio como sacaban del interior de una celda a un hombre vestido con un abrigo oscuro muy grande para él, tenía el cabello largo y sucio, los ojos hundidos y la barba crecida, aunque mirara muy fijamente, le era casi imposible ver al hombre con quien salió por tres años.

Se quitó el abrigo para dárselo.

– No te pedí ayuda.

Nicolás sonrió – diste mi nombre para que te sacara, es casi lo mismo, ¿Qué te parece ir a comer algo?, una hamburguesa.

– Nunca te gustó que comiera eso.

– Eran otros tiempos.

Cuando era su novio, parecía estar obsesionado con que Gregory mantuviera una dieta saludable.

Después de que las cosas cambiaron, esa fue una de las diferencias que Gregory notó, la ropa que solía aparecer limpia, la comida que solía llenar su refrigerador, los mensajes que llegaban constantemente y las interrupciones en su vida diaria que tanto odiaba.

Todo desapareció.

Quizá, para cuando lo notó, ya no había forma de recuperarlo.

Era la primera vez en mucho tiempo que Gregory tenía una comida decente y sintió un fuerte dolor en el estómago, la razón por la que no quiso aceptar el abrigo de Nicolás, fue porque no quería quitarse el que traía puesto y dejar expuesta su piel acabada y su aspecto esquelético.

Solía ser un hombre apuesto y ahora daba lástima.

– Conozco una clínica de rehabilitación, yo pagaría, así que no tienes que preocuparte, y pediré que empaquen comida para llevar, y un café, con caramelo, ¿cierto?

Habían pasado años desde que una persona se preocupó por algo que le gustara y sus ojos se humedecieron.

– Es solo una mala racha, estarás bien, iré a pedir la comida, no tardaré.

Gregory lo vio marcharse, si él hubiera mantenido esa relación o si hubiera sido una relación real, tendría una persona a su lado, una persona que siempre estaría ahí cuando él lo necesitara, que estaría al pendiente de sus necesidades y que haría todo lo necesario para hacerlo feliz.

La misma persona a la que despreció tantas veces en el pasado y por quien odió a su padre por obligarlo a salir con él.

Nicolás volvió algunos minutos después y colocó un café sobre la mesa, el sabor debía ser dulce, pero se sintió amargo cuando se dio cuenta de que sería la única vez.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora