6.38 Yo soy...

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Gritos.

La primera reacción al presenciar una muerte era desconcierto, la negación venía después del impacto y al segundo siguiente, las reacciones de cada uno de los tres hombres fueron totalmente diferentes.

El hombre que sostenía la cámara experimentó miedo y decidió correr de inmediato, en cuanto a los otros dos más experimentados, sacaron sus armas y uno de ellos disparó.

Un pequeño portal se abrió en el aire, la bala entró y salió al interior del espacio de Nicolás, siguió su camino, atravesó el cuello de un lobo y se detuvo al enterrarse en el tronco de un árbol.

Los dos hombres miraron la bala desaparecer sin poder creerlo y vaciaron ambas pistolas sin que hubiera alguna diferencia.

Nicolás se quitó la mordaza sintiendo la boca seca y miró fijamente a sus secuestradores – ¿quién los contrató?

– Maldita sea – dijo el primero tomando un cargador nuevo y este cayó de sus manos a causa de su nerviosismo, el segundo sacó un cuchillo y se lanzó sobre Nicolás.

Entre los cristales de fuego, de trueno y espaciales que podían cortar a una persona por la mitad, Nicolás eligió un cristal de trueno y pasó electricidad por el cuerpo de su atacante.

El secuestrador restante miró lo que acababa de pasar y parpadeó – tú, tú, ¿qué eres?

– Yo – sonrió fríamente, sus ojos centelleaban en un tono rojo, extendió el brazo en su dirección y habló con voz grave – soy Sacer Min Demo – agitó la cabeza y parpadeó, ese fue un momento muy extraño, sabía que dijo algo, pero, no podía recordar sus propias palabras. Se recuperó y miró hacia la puerta, su tercer atacante había desaparecido.

– Mierda – eso le pasaba por distraerse, saltó de la cama y extrajo un cristal espacial de su espacio para abrir un agujero en el suelo y saltar directamente hacía el piso de abajo.

De esa forma, llegó al primer piso más rápido que su secuestrador y lo atrapó al final de las escaleras.

El hombre gritó y cayó sobre los escalones intentando subir de espaldas.

– ¿Quién te contrató?

– No lo sé – respondió apresuradamente – en verdad no lo sé, mi jefe hizo el trato a través de un correo electrónico, luego nos dio los detalles, nunca mencionó cuál era su nombre, te lo juro – juntó las manos en señal de súplica.

Nicolás cruzó los brazos y recargó sobre la pared – ¿cuáles eran esos detalles?

– Recogerte afuera del salón, traerte a este edificio, violarte y grabarlo todo – de pronto se dio cuenta de lo que acababa de decir y tembló – yo no iba a hacerlo, no me gustan los hombres, no se me habría puesto dura, puedo jurártelo.

– Ya cállate – dio un paso para dejarlo inconsciente como había hecho con el otro hombre, pero justo en ese momento, escuchó pasos.

Alguien se acercaba, varias personas y una de ellas era capaz de provocar que su brazo izquierdo quemara, un instinto de conservación se activó y se desmayó.

El tercer secuestrador estaba temblando, se levantó muy despacio y caminó hacia el hombre que simplemente se desplomó sobre el suelo – oye, estás, ¿estás bien? – quería irse, pero tenía miedo de que fuera una trampa.

La puerta se abrió de golpe.

Los ojos de Liam miraron a un hombre desconocido con las manos encima del cuerpo de Nicolás que yacía en el suelo y perdió la razón.

– No iba a hacerle nada, él se cayó solo, lo juro – pudo decir el secuestrador antes de recibir un puñetazo en el rostro, una y otra vez Liam lo golpeó estando en el suelo como si realmente quisiera matarlo.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora