7.13 Pareja predestinada

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El cuerpo entero de Avis se estremeció y se levantó de golpe. Era de madrugada y Joan estaba dormida, nada había cambiado desde que salieron de la ciudad de Mitra, no había razón para esa ansiedad que se ceñía sobre su pecho, pero ahí estaba, se golpeó las mejillas y bajó de la carreta con mucho cuidado, los caballos estaban dormidos, la fogata apagada y recargado sobre el tronco de un árbol, estaba Liam.

– Faltan varias horas para el amanecer, vuelve a dormir.

– ¿Tú no dormirás?

– Alguien debe vigilar.

Avis apretó los labios y abrió la carreta para sacar la sábana con la que se cubría – si no duermes, no podrás conducir la carreta – le entregó la sábana para que se cubriera del frío – duerme un poco, no lo descontaré de tu salario.

– Desde que comencé a trabajar para ti, no me has pagado.

– No con esa actitud

– Dormiré, hace frío – le dijo al levantar la cobija para darle cabida.

Se sintió como un acto muy normal sentarse junto al hombre al que conoció un par de semanas atrás y acomodarse recargado sobre su hombro – si quieres puedes dormir un rato y yo vigilaré – bostezó.

– Es un trato.

A la mañana siguiente Joan despertó y estiró los brazos, no se dio cuenta y al acomodarse se recostó sobre su brazo derecho que ahora hormigueaba, no podía moverlo, miró a su izquierda y no vio a su señora, afuera no había ruido. Muy de prisa y antes de que su brazo recuperara la circulación, abrió la cortina de la carreta y se asomó.

Afuera, recargado sobre el tronco de un árbol estaba Liam, Avis estaba sentado en sus piernas completamente dormido y cubierto con la sábana.

Avis entreabrió los ojos y se acomodó en su sillón dando la vuelta, abrazó su almohada que esa mañana tenía un aroma muy agradable, acomodó la cabeza quejándose del objeto extraño y punzante que alguien dejó mal puesto sobre su sillón y que le lastimaba la mejilla, entreabrió los ojos y descubrió que era una garra, subió la mirada muy lentamente y se talló los ojos antes de caer en cuenta de dónde se había quedado dormido.

– Buenos días – lo saludó Liam.

– Todavía estoy soñando, aguarda, despertaré – cerró los ojos apretando los parpados y los abrió lentamente, no estaba soñando.

Convenientemente, Joan volvió a su cama y se recostó otros cinco minutos.

Avis se levantó con la pierna entumida y Liam lo atrapó de la cintura.

En serio necesitaba que todo fuera un sueño – eso fue un accidente, tenía mucho sueño, ¿por qué no me despertaste?

– Lo intente.

– ¿Y?

– Fue cuando me abrazaste y subiste sobre mis piernas.

– Ve al pueblo más cercano, desayunaremos en una posada – regresó a la carreta, miró a su lado y agradeció que Joan estuviera dormida y no hubiera presenciado un momento tan vergonzoso.

La posada a la que llegaron era pequeña, Liam se amarró el cabello y usó una máscara que solo cubría su rosto, con la ropa holgada y una pierna más alta que la otra parecía ser un hombre de edad madura que se recuperaba de una vieja lesión.

Avis estaba recargado en la esquina de la carreta mirando hacia afuera por una rendija de las cortinas.

– Muy impresionante, ¿no lo cree, señora?

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora