3.8 Transición

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Tres meses fue el tiempo que le tomó a Tadeo encontrarse con la mujer llamada hada azul, su nombre original era Cristal Safira y dormía en un ataúd de hielo dentro de una cueva subterránea, su vestido blanco y azul celeste se mantenía inerte, su rostro de piel blanca y clara, su cabello oscuro y su largas piernas y delgados dedos.

Por muchas razones Safira era conocida como la mujer más hermosa de su época, cuando se descubrió que poseía la magia de la nigromancia se enfrentó a un largo periodo de persecuciones, antes de que pudiera siquiera usar su magia, fue catalogada de bruja, mujer maligna y mensajera del mal.

Su belleza antes aplaudida se transformó en una vergüenza, las mismas mujeres que la envidaban hicieron correr el rumor de que esa no era su apariencia real y que había tomado el cuerpo de otra mujer después de matarla para volverse más hermosa.

Safira quería llorar sangre, sí bien era cierto que se podía tomar un cuerpo diferente, esas palabras fueron dichas por mujeres a las que llamó amigas, mujeres que la vieron crecer, ¿cómo podían acusarla de robar un cuerpo ajeno?

Después de años de insultos se marchó, no deseó el mal a sus atacantes y se dedicó solo a la nigromancia, cuando su fe en la humanidad murió, se encerró a sí misma en una prisión de hielo.

Pasaron seiscientos años hasta el momento en que Tadeo entró a la cueva y derritió el hielo con su fuego, la figura de la hermosa mujer fue apareciendo hasta volverse una realidad etérea, un par de ojos de un intenso muy claro se mostraron, la piel de la bella mujer fue tomando un tono rosado y pocos segundos más tarde, su cuerpo reaccionó tomando una respiración ruidosa que más bien parecía un gemido.

Cualquier hombre, no habría salido del asombro de ver una mujer tan hermosa antes de escuchar ese sonido melodioso y caer rendido a sus pies,

En cuanto a Tadeo, él miró la escena con una mirada inexpresiva, esperó un tiempo justo a que la mujer levantara los brazos por encima de su cabeza y estirara las piernas con gracia, la abertura de su falda dejaba ver una piel blanca y fragante, ella giró la cabeza y fue entonces que vio al hombre de pie frente a ella.

– ¡Ah! – su expresión cambió a un gesto de sorpresa, con sus manos se cubrió el pecho expuesto y entonces miró al joven alto de cabello negro y ojos oscuros, el aura que su cuerpo emitía y la mirada fría, no parecía ser humano y en definitiva no era alguien simple o no habría llegado hasta ese punto, su mirada lo analizó, sí él hubiera querido herirla, ya estaría muerta, debía tratarse de un aliado o un admirador.

Recorriendo el cuerpo del hombre con la mirada, los labios de Safira se curvaron en una sonrisa – estimado caballero, dormía tan cómodamente ¿puedo saber por qué me despertó?

– Su compañero Claudios me envió, su descendiente vive y está buscando un maestro.

Los ojos de Safira se crisparon, recordaba a su compañero, el único nigromante que rechazó su origen para vivir como un simple humano por el bien de su amada, ella fingió una sonrisa, sí bien fueron compañeros en el pasado su amistad tampoco era tan grande, de haberlo sido Claudios habría hecho algo para detener las infamias de las que ella fue víctima.

Con un gesto frío giró el rostro – no estoy aceptando discípulos, dile a ese sujeto que se busque otro nigromante, yo seguiré durmiendo.

– Entonces debería dejar que lo reclute el sabio oscuro, eso haré, lamento molestarla.

Safira giró el rostro y estiró su mano tomando la túnica de Tadeo tan de prisa que se sorprendió a sí misma con los dedos apretados y jalando la túnica con fuerza para evitar que el hombre se marchara.

– ¿Dijiste sabio oscuro?

Cuatro meses.

Tadeo no recordaba un solo mundo en el que hubiera cumplido su tarea en tan poco tiempo.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora