7.31 Sorpresa

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La máscara que cubría el rostro de Liam era la misma que usó en la ciudad de Mitra y al entrar a la tienda se dio cuenta de que era el único hombre.

En una serie de mesas varias mujeres eran atendidas por vendedoras que mostraban y aplicaban las cremas ya fuera en las manos o en el rostro y miraban el resultado en espejos redondos con una base colocados sobre la mesa, apenas dio un paso dentro todos los ojos voltearon a verlo.

– Muy buenas tardes, ¿puedo ayudarle en algo? – la vendedora no tuvo dudas de que el hombre frente a ella buscaba un regalo para su novia y estaba lista para venderle un gran paquete.

– Busco a la administradora, su nombre debe ser Joan Cires.

Era arriesgado dar el nombre de ¡Esmeralda!, lo más probable era que lo hubiera cambiado, tampoco podía usar, ¡Avis Orlan!, él no se arriesgaría a usar su verdadero nombre.

La vendedora se sorprendió – espere un momento, iré a buscarla.

El hombre alto con una máscara de mal gusto, no podía creer que tal hombre de verdad se presentara, corrió más de prisa a medida que subía los escalones y se presentó de rodillas ante la dueña del local – señora Samara.

Avis giró la cabeza para mirarla e interrumpió sus cuentas – ¿qué ocurre?

– El hombre del que habló, está en la entrada.

Avis se levantó de golpe, en seis meses mucho de su cuerpo había cambiado, comenzando con el bulto redondo en su abdomen antes plano, sus pies hinchados o el tiempo que pasaba durmiendo, el vómito y las náuseas se habían detenido, pero había otros malestares y dolores que tuvo que enfrentar solo.

El bastardo que lo dejó embarazado puso su parte y lo abandonó.

– Ya era hora, llévalo al salón privado en el sótano.

– Sí, señora.

En el primer piso Liam se estaba ganando algunas miradas indiscretas, su máscara siempre llamó la atención, la piel era verde, la nariz muy grande, le faltaban dos dientes, las pestañas eran gruesas y bajaban pesadamente dando la impresión de que estaba enojado y el cabello era negro y grueso, cuando las personas lo miraban les era difícil mantenerse serios o ignorar que estaban mirando a una especie de ogro.

La vendedora volvió – la administradora lo recibirá, por aquí por favor.

Liam asintió y siguió a la vendedora hacia la parte trasera de la tienda, bajaron los escalones, se abrió una puerta y la vendedora lo invitó a pasar, la habitación era profunda y tenía el aspecto de una bodega o depósito con cajas apiladas, herramientas viejas y oxidadas recargadas sobre la pared y maniquíes blancos que carecían de cabeza.

Las luces se apagaron.

Si no fuera porque estaba esperando a Joan, habría usado su lámpara, en lugar de eso, fingió estar preocupado.

Pasos.

Una mano presionando su pecho, el filo de una navaja acariciando su cuello y un aroma familiar.

– Sabía que me extrañabas.

Avis apretó los dientes – engreído, ¿por qué estás aquí?

– Te extrañé.

– ¡Seis meses!, en seis meses no me extrañaste y esperas que te crea.

Extraño, considerando que el mismo Avis pidió que no lo buscaran en seis meses.

Y no podía decirle que pasó ese tiempo asegurándose de que Helian Lauren no se interpusiera entre ellos.

– Pensé que querías estar solo, quería buscarte desde hace meses.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora