7.33 Max

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Un resultado anunciado y una votación que solo sirvió para cumplir un requisito.

Su historial militar era solo una parte de su perfil, su pasado como esclavo y sobreviviente de la gran guerra, el apoyo del antiguo Almirante, su cercanía con el profeta de la galaxia y su antecedente como hijo de un piloto explorador que dedicó su vida a la restauración de los planetas invadidos por el Kraken, todo lo anterior se describía con un solo nombre.

Almirante Maximiliano Meil.

Muchos le aconsejaron que cambiara su apellido en lugar de conservar el apellido de esclavo de su padre, pero él se negó en cada ocasión y comenzó a ponerse violento cada vez que el tema era tocado, con el paso de los años nadie más intentó convencerlo y aceptaron que ese nombre era parte de su personalidad.

– Muchas felicidades Almirante, un logro muy merecido – le dijo el hombre que hasta ese día había ocupado el puesto junto con un apretón de manos.

Ahora que tenía el puesto más alto al que se podía aspirar en la flota intergaláctica, Max tenía algo importante que hacer, darle la noticia a su padre.

En la base Solarus se hallaba la placa conmemorativa con el nombre del capitán explorador Cedric Meil, ya que su cuerpo fue destrozado por la explosión de su nave, esa placa era todo lo que conservaba y una vez al año en el aniversario de su muerte, él lo visitaba.

Fue extraño ver a otra persona ahí.

Un hombre mayor con el cabello canoso y las manos en los bolsillos.

Lo saludó y colocó las flores sobre la vitrina.

– Felicidades por su nombramiento – dijo el desconocido y Max asintió.

– Lo agradezco, usted, ¿conoció a mi padre?

– Por muy poco tiempo – dijo Maximiliano Harlock esbozando una sonrisa, en los años siguientes a su separación escuchó muchas veces de su mejor amigo Axel sobre la extraña relación que tuvo con un piloto, pero, aunque lo intentaba, no había recuerdos en absoluto, una y otra vez Axel le dijo que era una pena que lo hubiera olvidado y después de una larga lista de relaciones fallidas, pensó que no sería mala idea buscar a esa persona y preguntarle qué había sido de esa relación.

Lo que recibió, fue la dirección de la placa que conmemoraba su muerte.

– No vale la pena hablar de ello – dio la vuelta para marcharse.

Max respiró profundamente – papá, sé que hubieras preferido que fuera un piloto y yo también quería serlo, cuando me nominaron quise rechazar la petición, pero Dion me pidió que me reuniera con él, dijo que te había visto y que le diste un mensaje para mí, que aceptara la oferta y que corriera a casarme – sus ojos se empañaron por las lágrimas – sé que es imposible, Dion me mintió, pero – levantó su brazo y pensó en el tatuaje que su padre le dejó como recuerdo – si los deseos se cumplen, me gustaría que fuera verdad, y también, buscaré una pareja y me casaré, ya no tienes que preocuparte por eso – sonrió al tiempo que su mano se extendía para tocar la placa y una lágrima bajó por su mejilla.

Una vez al año sin falta visitaba a su padre, el año siguiente volvió solo con un ramo de flores y al año entrante lo acompañaba una joven de cabello verde que hizo una reverencia delante de la placa – papá, ella es Ela, mi futura esposa.

El año siguiente lo acompañó una mujer rubia – papá, ella es Merli, mi futura esposa.

El tercer año lo acompañó Serena Eden, su largo cabello negro, su estatura de mujer gama y su personalidad dura encajaron más con él que las otras mujeres con las que había salido y a diferencia de las otras que habían mostrado sus respetos, Serena miró el nombre de su suegro y cruzó los brazos – déjemelo a mí, lo pondré en cintura.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora