4.23 Ataque a la media noche (2)

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No hubo emboscadas, en lugar de eso el campamento comenzó a incendiarse, Angus dirigió a los hombres para que apagaran el incendio sin descuidar la vigilancia, lo que resultó, fue muy diferente a lo esperado.

Damon llegó al campamento esperando ver un gran incendio, en lugar de eso, había dos hombres carbonizados en el suelo y un pequeño dragón en posición fetal que saltó a los brazos de Damon y lo derribó hasta que su trasero golpeó el suelo.

– ¡Maestro!

Los ojos de Damon estaban muy abiertos por la sorpresa – ¿qué fue?, ¿qué sucedió?

Angus dio un paso al frente – maestro, mantuvimos la vigilancia tal como lo ordenó, hace veinte minutos detectamos a dos hombres que no eran de los nuestros, no los identificamos, dejamos que siguieran su camino, ellos, entraron a su tienda, entré detrás de ambos, pelee con el primero, el otro puso sus manos sobre el dragón.

El regordete dragón restregó su cabeza sobre el pecho de Damon y él comprendió una parte de lo que había sucedido.

– Su tienda, se perdió, maestro, asumo toda la responsabilidad por su pérdida.

– Espere, fue nuestra culpa.

– Fue mía – Remus habló más fuerte – maestro se supone que yo debía estar cuidado su tienda, solo me ausenté un momento para ir, al, baño – sus ojos se llenaron de lágrimas – lo siento mucho.

– Está bien, lo entiendo – se levantó y cargó al dragón que lo abrazaba con todo su cuerpo y lo envolvía con su cola – si se perdió no hay mucho que podamos hacer, de todas formas, no había objetos de valor. Lo importante es que todos ustedes estén a salvo.

Era imposible no sentirse tocado por las palabras de Damon y todos los soldados se sintieron conmovidos, a sus ojos, él intentaba minimizar las pérdidas, pero en realidad sabían que se trataba de su tienda y todas sus posesiones preciadas, cada uno juró que haría pagar a quien dio la orden de atacar su campamento.

Muy diferente a los pensamientos de sus hombres, Damon estaba tranquilo, ¿cuál fue su gran pérdida?, su tienda, una cama, una mesa, una tina de baño, un tapete, un espejo, algunas cortinas, cojines y una cómoda, no recordaba si dejó alguna silla y tal vez un par de botas.

Eso era porque los objetos realmente valiosos, estaban a salvo en su espacio.

– Angus, hoy dormiré en tu tienda, llévame.

– ¡Ah!, si, maestro.

El camino a la tienda no fue largo, Damon dejó al dragón sobre la cama y se quitó el saco para tranquilizarlo con su aroma, después buscó la única mesa y apartó los objetos que eran un par de platos y algunos documentos, al ver sus acciones, Angus se apresuró a ayudarle.

– Necesito que salgas un minuto.

– Si, maestro.

Damon confiaba en Angus, incluso más de lo que confiaba en los idiotas de sus hermanos, pero el monje de su espacio le advirtió de no permitir que otros conocieran su secreto y por eso tuvo que despedirlo antes de verter sobre la mesa varios objetos.

Los objetos que fueron confiscados del cuerpo de Tai.

Durante su batalla en los riscos, Sacer enfatizó lo valiosos que eran esos objetos, se suponía que en ese momento él ocuparía su cuerpo, por lo tanto, iba a poder controlarlo y tomaría esos objetos de vuelta, escapar en una piedra y atravesar el continente jamás fue parte de su plan, eso significaba que alguno de esos objetos era valioso y lo quería de vuelta.

Angus volvió a entrar a la tienda y al ver la mesa abarrotada, no hizo comentarios, tampoco le resultó extraño.

Comenzando con el brazalete negro que necesitaba la esencia de sangre de dragón para controlar el fuego, la espada que se alimentaba de la sangre de sus enemigos, cuatro dagas de hoja roja, cinco cristales de poder, dos mapas, una correa, monedas inútiles y dos botellas

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora