Era las cinco de la mañana cuando Liam llegó a su departamento, por error usó el antiguo código y vio la luz roja encenderse, lo presionó bien la segunda vez, entró, encendió las luces del baño para lavarse las manos y la cara, apagó las luces y se dirigió a la habitación, a un lado de la cama se quitó el saco y lo puso en el respaldo de una silla, se quitó los zapatos y los dejó abajo, el cinturón, la camisa y el pantalón los dobló y los puso sobre la silla.
En momentos como esos maldecía ese viejo hábito y deseaba ser capaz de tirarse sobre la cama sin quitarse los zapatos, había una persona que era completamente capaz de hacerlo y estaba justo a su lado, cubierto con una sábana y usando una camisa blanca de algodón que era suya, Liam ya había notado que Nicolás fue dejando cosas a propósito hasta el punto en el que el armario tenía ropa tanto suya como de él, pero cuando llegaba el momento de dormir, fingía equivocase y siempre tomaba una de sus camisas.
No podía quejarse, se recostó a su lado y aspiró el aroma que venía de su cuerpo antes de abrazarlo, a su lado Nicolás despertó ligeramente y dio la vuelta buscándolo para abrazarlo.
– Llegas tarde.
– No pude salir antes, lo lamento – le dio un beso en la frente y Nicolás lo embaucó al levantar la cabeza, terminó besándolo en los labios.
– Te perdono.
– Dilo cuando no estés usando solo una camisa – al abrazarlo notó que sus manos se deslizaban sobre la piel desnuda, la camisa blanca se había levantado y solo le cubría los brazos, hombros y parte de su pecho – ahora que vives aquí, ¿te encontraré de esa forma cada vez que regrese?
– Depende.
– ¿De qué?
– De que me prepares el desayuno.
– Es un trato – lo besó, esa noche se aseguró de no quitarle la camisa.
La mañana siguiente a la fiesta había demasiadas noticias circulando en rededor de la noche anterior, una de ellas era la caída de la nueva modelo de Brisa de Mar, otra era Cristina Niente atrapada en el baño de hombres y no faltaba la sutil llegada de Gregory Holt del brazo de una aspirante, pero la noticia que tenía más preocupado al presidente César Holt, era una fotografía sin importancia en la que Nicolás Bailey tenía la mano sobre el pecho de Timothy Holt, editor de la revista Vanguardia.
Gregory rodó los ojos – ¿eso es lo que te preocupa?
– Estaría menos preocupado si hubieras hecho lo que te pedí, sé que peleaste con Nicolás.
– Lo hice y sabes qué, fue lo mejor que pude haber hecho, tuve dos maravillosas semanas sin que apareciera en mi departamento, sin dar explicaciones ni tener que preocuparme porque me viera con otra mujer y sin tener que sostener su mano para decirle lo importante que es nuestra relación – gritó y recibió una fuerte cachetada de parte de su padre.
– ¿Cómo pude tener un hijo tan ciego?, si perdemos a Nicolás, perdemos la cuenta de Brisa de Mar y perdemos su patrocinio, si tuvieras un poco de cerebro entenderías lo importante que es esa relación para la empresa. Así que ve a buscarlo y pídele perdón de rodillas, haz lo que sea necesario para que esto no se repita – además de la fotografía de Nicolás con su hermano, había otra en la que estaba junto a Sebastián Saye.
Gregory sabía que a su padre lo único que le importaba era la revista, pero por lo menos pensó que él ocupaba un lugar en su corazón – no tienes por qué preocuparte, Nicolás ha estado enamorado de mí toda su vida, tu preciosa cuenta no corre peligro.
– Espero que sea así, porque si esto falla, colocaré en tu puesto a un hombre que de verdad haga su trabajo – salió del departamento de Gregory azotando la puerta y dejándolo con las dos fotografías.
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No soy un virus, soy un acosador (primera parte)
Roman d'amourDespués de invadir el sistema de un viajero de mundos, Dogo logró abrirse paso a un nuevo cuerpo y a una nueva vida. Esa nueva vida perfecta tiene un pequeño problema. - Por seducir al protagonista de esta historia y poner en peligro el mundo, voy a...