5.28 Hermanos (2)

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– Así que, te quedaste atrapado cincuenta años en el castillo dorado y saliste cuando la entrada volvió a abrirse.

Saki asintió.

– Y dices que encontraste una dimensión del tamaño de todo un mundo.

– Eso creo, no pude explorarlo por completo, era muy, muy grande – ilustró el tamaño extendiendo sus manos.

– Estoy segura, y, ¿cómo te encontraste con Elliot?

– Fue en la subasta de esclavos, Elliot me compró.

Alicia subió una ceja – subasta de esclavos, ¿cómo? – se ahorró la pregunta y su expresión cambió – entiendo, debiste estar asustado, ven aquí – abrió los brazos para que él la abrazara – todo está bien, ya estoy aquí, ¿no prometí cuidarte?, siempre que estés a mi lado, no tienes por qué temer.

La sonrisa de Saki era muy grande.

– Ya no tendrás que causarle molestias a Elliot.

De pronto, una sensación amarga invadió el corazón de Saki y soltó a su hermana – ¿molestias?

– Obviamente – se burló – los dos conocemos a Elliot, sabemos lo ocupado que está, probándole a su abuela que es digno de heredar la secta, preparándose para las pruebas, subiendo niveles, no tiene tiempo de cuidarte.

Las manos de Saki apretaron las sábanas.

– Estoy segura de que no puede esperar a que desaparezcas y ahora que estoy yo aquí, podré llevarte, solo dame un par de días, hablaré con él y me disculparé por ti.

Saki todavía no lo entendía, él no sentía que Elliot estuviera molesto y tampoco tenía motivos para disculparse, no había hecho algo malo – yo, me porté bien, quiero quedarme, no quiero irme, me porté bien, de verdad.

La mirada de Alicia dejó de ser amable – tú, ¿hablaste con él?

Saki se tapó la boca y asintió.

– ¿Recuerdas lo que te aconsejé?

– Qué no hablara.

– Porque

– La gente descubrirá que soy estúpido y nadie querrá estar conmigo – el temor lo invadió y sus ojos se volvieron llorosos.

– Exacto, es así como siempre pasa, tus maestros, tus compañeros, todos se iban cuando se daban cuenta de que aquí – apuntaló su frente con la punta de uña dejando una marca – está vacío.

Las personas lo habían llamado ¡estúpido!, tantas veces, ya lo había olvidado, a pesar de que siempre lo recordaba, desde que se encontró con Elliot, todos esos recuerdos habían quedado apartados junto con los años en el castillo dorado y de repente, los insultos, las piedras, los latigazos y la inmensa soledad, todo volvió.

No quería eso.

Quería que Elliot volviera, quería abrazarlo, estaba seguro, si lo abrazaba la tristeza desaparecería.

– Pero descuida, aquí estoy para resolver el problema – dijo Alicia y se levantó para ajustar su vestido de forma que sus hombros quedaran expuestos – hablaré con Elliot para explicarle que no es tu culpa, después te enviaré a la secta de la luna.

– ¿Y tú?

– Me quedaré – respondió como si fuera bastante obvio.

– ¿Aquí?

– Por supuesto, Elliot compró esta casa para mí, ¿ya lo has olvidado?, él me ama.

La mirada de Saki bajó, de hecho, algo así existía, Elliot amaba a su hermana, muchas veces los vio abrazados hasta altas horas de la noche, besándose cuando creían que nadie los estaba mirando.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora