6.28 Su novio soy yo

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Una mañana igual a cualquier otra y al mismo tiempo, una mañana diferente.

Gregory abrió su armario y no logró encontrar su saco añil, le faltaban tres camisas negras y no estaba su corbata azul marino, buscó en su apartamento y descubrió que estaban sucios, nadie llevó su ropa a la tintorería.

Entró al baño, resopló y se miró en el espejo, al levantar su loción para afeitar notó que estaba vacía, la crema para que su cabello luciera perfecto también se estaba acabando, el personal de limpieza debía renovarlo, estaban siendo perezosos, terminó de prepararse y salió de la habitación sin desayunar.

Algo era diferente.

Al llegar a su trabajo saludó a su asistente Olga Fenton con un movimiento de su mano.

– Señor, tenemos un grave problema – dijo ella persiguiéndolo a su oficina – el señor Nicolás presentó su renuncia.

– Lo arreglaré, deja de preocuparte.

Nicolás se estaba comportando como una novia celosa igual como hizo tres años atrás, lo que debía hacer era guardar su distancia, dejarlo que razonara como un humano normal y después ir a él con una disculpa, Nicolás volvería como siempre lo hacía y todo estaría bien.

– Señor – dijo Olga en voz alta – Brisa de Mar canceló su contrato.

– ¿De qué estás hablando?, ellos no pueden.

– Pueden, hay una cláusula que invalida el contrato en caso de que el señor Bailey ya no trabaje para la empresa y él renunció.

Suficiente para que Gregory perdiera los estribos, fue su turno de golpear la mesa, solo que él lo hizo con más fuerza – ¿mi padre lo sabe?

– Debieron informarle esta mañana.

Tal parecía que Nicolás se estaba vengando por no llevarlo a la fiesta de Vanguardia, tal capricho solo por una fiesta, era tan ridículo que quería golpearlo – dile que lo arreglaré, volveré más tarde, cancela todas mis citas.

En los últimos tres años, jamás se sintió tan molesto con Nicolás, de nuevo tomó su celular y marcó su número. La llamada fue rechazada.

¿A qué estaba jugando?

Gregory entró a su coche y condujo hasta el edificio de Nicolás, se detuvo a pensar en cuál era su piso y descubrió que esa era la primera vez que lo visitaba, golpeó la pared y buscó al portero.

Como era de esperarse, la seguridad impedía dar información personal a extraños y después de marcar al número fijo del departamento y no recibir respuesta, Gregory salió del edifico más molesto que cuando su padre fue a prisión. No podía entrar al departamento, ni siquiera sabía en qué piso estaba o cuál era su código, lo único que podía hacer, era tomar su celular.

– Hola

– Necesito el número del departamento de Nicolás y su código. Te pagaré.

– ¿Cuánto? – dijo Regina mirando sus uñas recién pintadas y al escuchar la respuesta se burló – eso es lo que mi hermano gasta en mí en un día flojo, tendrás que hacerlo mejor que eso – esperó – ¿en serio eres el editor de una revista?, eres pésimo negociando.

– Te conseguiré una cita con Hugo Rales.

Regina ahogó un grito – consíguela primero.

– No hay tiempo.

– No hay código – cantó y escuchó la llamada cortándose.

Casandra Bailey escuchó a su hija entonando una canción que Nicolás a menudo repetía y tuvo un mal presentimiento – muñeca, ¿quién te llamó?

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora