4.31 Familia (2)

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Dos semanas después de su partida de los reinos justos, en un día de invierno, sobre una mansión con nubes negras cubriéndola, se encontraba una mujer con un largo vestido rojo quemado, cabello negro y una expresión brusca, como si guardara algún tipo de rencor, con los brazos cruzados salió a recibir a un hombre joven con el cabello castaño montado en un caballo salvaje.

– Mamá – Damon la abrazó.

Miranda Amenfor era esa mujer que muchos creían inexistente, la viuda del líder del clan Amenfor, sus grandes ojos le dieron la bienvenida, su maquillaje estaba impecable pero no logró borrar las huellas de su llanto – mírate, has crecido tanto – le acarició el cabello.

– Y tú te has empequeñecido – bromeó y recibió un golpe en la cabeza

Ella era la razón del clan, su padre jamás habría creado esa fuerza sino fuera para protegerla y jamás habría adoptado hijos sino fuera para satisfacer el deseo de su esposa de ser madre, Damon entrecerró los ojos, esa mujer fuerte que lo abrazó cuando niño con una mano y con la otra lo golpeó para educarlo tuvo cinco abortos antes de rendirse, era claro que los dioses no le permitirían ser madre.

Fue entonces cuando su esposo partió y regresó con dos niños, Windo y Arameo, ambos se convirtieron en el primero y el segundo maestro del clan, desde entonces los niños siguieron llegando, cuando Miranda se negó, su esposo le dijo que había dos opciones, o ella los cuidaba, o él los mataba.

– Tus hermanos tienen ideas extrañas, agradezco que seas el más normal.

En los siguientes años los hijos a los que crío con tanto amor, se estarían enfrentando uno contra el otro por la posición de líder del clan. Miranda lucía muy abatida por las acciones de sus hijos y Damon tronó los dedos en dirección a la entrada, Angus entró y trajo consigo una caja de madera con un grabado de dragones en los extremos – te traje un regalo.

La mujer antes fuerte sonrió y tomó la caja entre sus manos, la destapó lentamente y encontró un collar, se trataba de una joya sencilla, flores pequeñas grabadas en un material blanco colgando de un hilo negro y grueso, sonrió y lo tomó entre sus manos – es delicado.

–Están gravados con los huesos del hombre que asesinó a mi padre – el cadáver de Tai.

El rostro de Miranda cambió, la comisura de sus labios formó una sonrisa que fue llenando su rostro y sus ojos, sus dedos apretaron el collar – ¿estaba vivo cuando le sacaste los huesos?

– No por mucho.

Miranda sonrió con malicia.

Sí, esa era la mujer que educó a los siete hijos del clan Amenfor, Damon la había extrañado.

E iba a extrañarla.

Sin poder evitarlo tosió secamente, era una tos que punzaba en su garganta y si no tenía cuidado escupiría sangre.

Las manos de Miranda se deslizaron por el collar y se colocaron sobre los hombros de Damon, si miraba correctamente, podía darse cuenta de la tez pálida o del tono amarillento en sus ojos – ¿qué fue lo que pasó?

Damon sonrió como un niño que había cometido una travesura – nada grave, adopté un dragón y encontré un marido.

Si eso era ¡nada grave!, Miranda no quería saber a qué le daba importancia su hijo – dijiste, ¡marido!

Damon recibió otro golpe en la cabeza por dar una noticia seria sin preparar el corazón de su madre.

Después de una larga pausa, Miranda bebió un vaso de leche, lo dejó sobre la mesa y respiró profundamente – así que, un príncipe

– Perderá el título en estos días, de otra forma lo acusarán del homicidio del rey Saga Galian.

Miranda asintió – y dices que ese hombre, el rey Galian, estuvo involucrado en la muerte de tu padre.

– Tai fue quien lo asesinó y Saga Galian lo aconsejó – no entró en detalles con el tirano que vivió no recordaba cuántos años atrás, repitiéndolo en su mente sonaba confuso sí lo ponía en palabras su madre lo creería un lunático.

Con ese pensamiento Damon sonrió y sus ojos se iluminaron, era igual a cuando era un niño y llegaba tarde a casa e hizo que Miranda recordara los días en los que Damon se convirtió en su hijo. Antes de ver esa sonrisa, había querido preguntar sobre las intenciones de ese hombre, sí en verdad estaba ayudando a Damon, o lo estaba usando para su propia venganza personal, pero después de mirarlo con esa expresión, no tuvo más preguntas – es bueno que hayas vuelto – le acarició la cabeza.

Afuera se escuchó un gran escándalo seguido del grito de Angus, Damon se levantó y vio la puerta quemándose, el pequeño dragón despertó, buscó el olor de Damon y entró a la casa por la fuerza, cuando encontró su objetivo voló hacia él y lo tiró al suelo.

– Maestro – Angus agachó la cabeza para disculparse.

Miranda lo miró sobresaltada – ¿qué cosa es eso?

Damon suspiró – una larga historia – sonrió para ocultar la queja en su pecho, no era la primera vez que Max se lanzaba sobre él como un perro, pero era la primera vez que le dolía y tenía el presentimiento de que no estaba relacionado con el peso del dragón.

Minus terminó de preparar la comida y el grupo se reunió para comer, los días siguientes fueron más tranquilos, Damon pensó en lo que pasaría después de irse, para empezar, Daro volvería a ser un caballo salvaje, la fortuna que había acumulado la puso a disposición de su madre y dejó a Angus y Minus con la misión de cuidarla, en cuanto a Max, todavía no decidía qué hacer o cómo actuar si Arameo aparecía para reclamarlo.

Lo demás no necesitaba ser pensado, en su vida tuvo muy pocos lazos, le gustaba de esa manera, menos personas de las cuales despedirse.

Solo le restaba despedirse de él.

Tomó una piedra y la lanzó al lago, esta saltó sobre la superficie siete veces antes de desaparecer, a su lado Angus lanzó una piedra y esta se hundió en el lago – ¿cómo es que eres tan malo en esto?

– Lo lamento, maestro.

– Te perdonaré, también perdonaré que me dejes ganar.

Angus sonrió – lo agradezco, maestro.

– No he visto a Minus.

– Fue con la señora al mercado, no se sienta mal por él, parecía muy feliz.

– Eso es bueno – tomó otra piedra y la lanzó, esa solo saltó seis veces antes de hundirse, hizo una mueca pensando que había perdido su toque, cuando todos sus sentidos se alertaron, giró de prisa y se encontró con un niño de cabello negro muy alborotado y ropa desaliñada, su rostro estaba limpio, pero a juzgar por los agujeros en su ropa no siempre fue así, no usaba zapatos y lo miraba con los ojos muy abiertos – hola.

Angus giró y al ver al niño se apresuró a cubrir a Damon, sin importar que se tratara de un niño, era una persona que logró acercarse a ambos sin emitir un solo sonido o señal de alerta, no era confiable.

Detrás suyo, Damon comenzó a reír – a este paso te parecerás a Arameo – lo empujó y caminó hacia el pequeño – oye – vio que el niño estaba mirando sus manos – ¿viste lo que hice? – le mostró la piedra – ¿quieres intentar?

El niño asintió.

– Bien, yo soy Damon Lea Amenfor, ¿cómo te llamas?

No hubo respuesta, el pequeño se aferró a la tela de su ropa sin poder decir una palabra y aunque separó los labios, no hubo un solo sonido.

– Su nombre es Aldo.

¡Aldo Sea Amenfor!, el hombre que estaba destinado a convertirse en el héroe de ese mundo, el hijo que Damon adoptó, antes de volver al sur, Liam lo buscó en la aldea donde se suponía que Damon debía encontrarlo.

Damon escuchó el nombre y volteó a ver al chico delgado, su rostro le resultó ligeramente familiar, pero no sabía por qué – es un buen nombre – le alborotó el cabello y el chico agachó la cabeza.

El tiempo que le restaba en ese mundo era muy corto, Liam quería pasar cada minuto de ese tiempo con Damon, pero también quería devolverle un poco de lo que le arrebató.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora