3.6 Sabio oscuro

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Oscuro, era palabra que no atinaba a describir al hombre al cual Tadeo estaba buscando.

Su nombre original era Otoño claro, venía de una aldea similar a la de Luna donde los nombres se tomaban de la naturaleza, su secta se dedicaba a la crianza de una especie de criatura llamada mantis negra, similar a ese insecto, las mantis alcanzaban una altura similar a la de un niño de diez años, sus cuerpo también eran más robustos y sus tenazas muy afiladas y peligrosas, con ese poder la secta se consideraba a sí misma como domadores de bestias

Solo que las mantis negras no eran bestias sino insectos crecidos.

Ese pequeño malentendido los hizo entrar en guerra con otras aldeas cercanas, una noche las mantis salieron de sus criaderos, buscaron a sus dueños y los asesinaron.

Muchos despertaron y alertaron a los demás, trataron de recuperar el control de las mantis, pero nadie lo consiguió, solo una persona descubrió lo que sucedió e informó al resto.

Las mantis fueron asesinadas, el método se desconocía, pero a juzgar por la ausencia de heridas supusieron que fue veneno, después de matarlas, un nigromante invocó sus restos haciendo que se elevaran y asesinaran a todo el pueblo.

Otoño fue uno de los pocos sobrevivientes, al igual que el resto había escuchado cientos de historias que contaban que los nigromantes era malas personas, criaturas de la oscuridad, creyentes de dioses falsos, el desastre de la humanidad, pero un nigromante no habría sabido dónde encontrar los criaderos, tampoco habría tenido la precaución de traer suficiente veneno para quinientas mantis.

Lo sucedido esa noche fue planeado, a la salida del sol solo quedaban una docena de sobrevivientes, de los tres mil habitantes del pueblo, solo quedaban doce.

Acudieron a las autoridades solo para llevarse una gran desilusión, sin pruebas y con todas las mantis muertas, solo podían culpar a los domadores por no educar bien a sus bestias.

Otoño casi pudo echarse a reír, una vida entera sosteniendo que las mantis eran bestias y no insectos, finalmente un juez les daba el reconocimiento solo para usarlo en contra de ellos.

La aldea dejó de existir, los sobrevivientes buscaron refugio en otros lugares y trataron de olvidar.

Sobra decir que Otoño no lo hizo, él escapó, encontró un grupo de nigromantes, rogó por ser un discípulo y después de cinco años de humillaciones, lo aceptaron.

Veinte años después regresó a su aldea, invocó todos los cadáveres y dejó que fueran ellos quienes cobraran venganza, esa noche duró tres días y terminó con las muertes de cada hombre, mujer, niño y anciano que vivían en las cinco aldeas vecinas.

No perdonó una sola vida, ni siquiera la de bebes, en su mente, el recuerdo de cada habitante de su aldea muerto renacía ante sus ojos, no hubo inocentes esa noche, sus atacantes no respetaron una sola vida, enviaron a sus propias bestias entrenadas y las usaron para masacrarlos, como tal, él no respetaría a sus enemigos.

Ese falso sentido de justicia y esa sed de venganza fueron la base de sus enseñanzas y fue lo que le inculcó a Tarus después de convertirse en su maestro, en esa vida, era lo que Tadeo tenía que evitar.

Cuando Otoño terminó, regresó a todos a sus tumbas, solo dejó a sus familiares, entonces se marchó, un día más tarde los muertos fueron descubiertos y no hubo pistas de los culpables, Otoño no volvió, se fue a un reino vecino, refinó los cadáveres de su familia, cambió su nombre a Sabio oscuro y se mantuvo oculto.

Los nigromantes tenían una ventaja sobre el resto de los magos, su conocimiento de la vida y la muerte les permitía extender su vida tomando la de otros, algunos vivían por encima de los quinientos años, el sabio oscuro no era diferente, en su cueva olvidada del mundo, estudió y entrenó durante más de seiscientos años antes de encontrar un heredero.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora