7.14 Un pequeño defecto

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Avis se imaginó en el día de su boda usando un vestido en un recibidor cubierto de flores, no en la habitación de una posada con paredes delgadas ni usando ropa masculina. En lugar de tener tela delgada que se deslizaba por sus hombros, Liam le quitó la camisa desabrochando los botones, al abrazarlo podía ver el cabello blanco y largo que caía hacia su rostro, y en esa posición, se sentía realmente pequeño.

La tela de su pantalón se deslizó por sus piernas, en verdad le habría gustado usar ropa más acorde al momento, miró sus piernas levantadas y algo húmedo tocó sus dedos, el hombre a quién quiso castigar pidiéndole que lamiera sus pies estaba, de hecho, lamiéndolos.

– No.

Su pie dio una fuerte patada contra el ojo de Liam.

– Lo siento, lo siento mucho, no quise, eso no fue – se cubrió el rostro completamente rojo – no puedes – se aferró a sus pies cubriéndolos con fuerza – no quiero que los veas, son feos.

Le dolían los pies.

– Sanaron demasiado rápido – dijo su madre torciendo los labios – tendremos que fracturarlos de nuevo, mi pequeño, podrás soportarlo, ¿cierto?

Sin otra respuesta que dar, Avis asintió y cubrió su rostro con la almohada mientras sus pies y tobillos entraban en un aparato de hierro y sus huesos se torcían.

Gritó.

– Aguanta, aguanta un poco más, pronto quedará.

Una mariposa debía ser hermosa, delicada, con un cuerpo esbelto sin una sola medida de grasa y debía bailar como las mismas hadas.

Avis era muy alto para su edad, su rostro no era lo bastante femenino, no terminaba de mudar todos sus dientes por lo que no podía sonreír y sus pies eran muy grandes. Su madre, con la esperanza de ayudarlo, quebraba sus huesos y estiraba sus extremidades hasta que alcanzara la flexibilidad correcta.

Tenía siete años

– De nuevo sanaron muy rápido, pero creo que logramos algo, ven aquí, tienes que intentarlo.

Llegó a su clase de danza cojeando y recibió miradas de disgusto, a su edad y con pies que requerían ajustes, ya era una gran vergüenza. Entre todos los niños de su clase Avis vislumbró a Ivon Orlan, el niño con rostro de ángel.

La clase comenzó y los pies de Avis punzaron con cada giro y vuelta, su rostro tenía una expresión de dolor constante y después de una hora bailando, cayó al suelo torciéndose el tobillo, los otros niños comenzaron a reírse

La pierna alzada hasta formar una línea, el movimiento que doblaba su cintura, los brazos que se movían delicadamente, los saltos y los giros continuos. Cada movimiento debía ser perfecto y cada inclinación debía tener el ángulo justo.

– Deficiente – escuchó como evaluación de su participación – tus movimientos son tiesos, no puedo ver el motivo de la danza, solo a un trozo de madera ejecutando los pasos, tu expresión es aburrida, debes ser seductor, eres demasiado alto, demasiado tosco, puedo ver que eres un chico a un kilómetro de distancia y ¡por las tribus!, ¿por qué nadie arregló tus pies?

Sus dedos se apretaron sobre la madera del suelo y se sintió avergonzado.

– Eso es

– Siguiente – le gritaron.

Las calificaciones de Avis solo podían definirse con una palabra.

¡Deficiente!

Y al contrario de él, estaba Ivon.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora