Nicolás se rascó la cabeza y terminó la llamada – su nombre es Timothy Holt, hermano de mi jefe y trabaja para la competencia, larga historia – rodó los ojos – creo que puedo conseguirte su número y sé de buena fuente que irá a una fiesta – dudó – podríamos usar ese momento y sería bueno para tu trabajo.
– Sería más rápido si simplemente lo llamas, me reuniré con él.
– No, ahora tiene muy fresco el recuerdo de ti golpeando su mano, en la fiesta estará de mejor humor y con muchos ojos mirando – le ofreció el contrato con una sonrisa en los labios.
Nicolás pensó que con esa motivación ella tomaría el contrato y lo firmaría de inmediato, en lugar de eso leyó cada párrafo con mucho detenimiento hasta que finalmente aceptó firmar.
Por lo menos una parte de su trabajo había salido bien, suspiró y guardó el contrato muy celosamente en una carpeta – ya que pasamos el trago amargo, ¿qué tan en contra estas de los cambios de imagen?, es una fiesta importante, no puedes llevar mezclilla.
– ¿Tú que usarás? – lo miró de arriba abajo.
Tanto Aurora como Nicolás estaban usando ropa similar.
– Bien jugado.
La fiesta sería en dos semanas y tenía otras ocupaciones, dejó el asunto de Aurora como algo pendiente y cerca de las siete de la tarde volvió a su departamento.
Para esa hora bien podía borrar el número de Sebastián Saye.
Mirando la pantalla rota recordó que no había llevado su celular a reparación y detuvo el elevador para volver a la planta baja, no le tomaría mucho tiempo y en serio necesitaba poder leer el nombre de la persona que lo llamaba.
Entró a una tienda, entregó su celular y esperó cerca de diez minutos, la cafetería estaba cerca, pensó en comprar café y pay de limón para la cena, de todas formas, cenaría solo, suspiró y regresó un rato después con una bolsa para recoger su celular. Había tres mensajes.
= ¿Vendrás esta noche? =
= Encargue la cena, pensé que te gustaría =
El tercer mensaje era la fotografía de una mesa con un mantel color melón, una botella de vino en una cubeta de hielos, servilletas dobladas y dos platillos con filetes, también había ensalada y una copa con helado.
Él lo invitó a cenar después de verlo desarreglado. Sus manos temblaron mientras respondía.
= ¿En verdad puedo? =
= Te estoy invitando =
El empleado de la tienda lo vio dar un salto y dudó en entregarle su recibo, así que lo dejó sobre el aparador. Nicolás se apresuró a responder.
= Tengo que bañarme y cambiarme =
La respuesta llegó casi de inmediato.
= Lo que estés usando es suficiente, y puedes bañarte aquí =
Dio un paso y trastabilló, casi se golpeó con la mesa.
– ¿Se encuentra bien?
– De maravilla, ¿le gusta el pay de limón? – dejó la bolsa en el aparador y salió corriendo, por poco se golpeó con la puerta por no abrirla.
El elevador era una tortuga y no subía tan rápido como él lo quería, cuando por fin se abrieron las puertas en el décimo piso, corrió chocando con otro de los inquilinos y se disculpó de prisa, tocó el timbre y esperó.
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No soy un virus, soy un acosador (primera parte)
RomanceDespués de invadir el sistema de un viajero de mundos, Dogo logró abrirse paso a un nuevo cuerpo y a una nueva vida. Esa nueva vida perfecta tiene un pequeño problema. - Por seducir al protagonista de esta historia y poner en peligro el mundo, voy a...