Había una palabra para describirlo.
Distraído. Atolondrado. Ido.
Mejor dicho, había varias palabras para describirlo.
Suspiró, sus labios se curvearon en una sonrisa boba y sus dedos trazaron corazones sobre el escritorio donde se suponía que debía estar trabajando.
Suspiró una vez más.
Entonces así se sentía.
Tenía los labios hinchados y chupetones adornaban su cuello bajo el suéter de cuello de tortuga que estaba usando, salió sin peinarse esa mañana y su cabello parecía un nido de pájaro, sus anteojos estaban ladeados y, sin embargo, sonreía de oreja a oreja.
Se sentía increíble.
– Niki – alguien le empujó el hombro y señaló su celular.
Apenas contestó a tiempo y no miró el nombre, solo recordó que no había ido a reparar la pantalla, estaba siendo muy perezoso – Hola.
– Tal vez acepte el contrato.
– ¿Quién habla? – miró la pantalla – rayos, lo siento, estaba algo distraído – era Aurora – suena genial, comenzaré a trabajar en el contrato y te buscaré un agente libre, ¿a qué hora puedes venir?
Hubo un repentino silencio antes de escuchar su respuesta – las tres de la tarde.
– Te veo a esa hora.
De vuelta a la realidad, se golpeó las mejillas y comenzó a trabajar.
Pasaban de las dos de la tarde, Sebastián estaba usando un saco gris oscuro, una camisa roja con los dos primeros botones abiertos, el cabello perfectamente peinado y un reloj costoso en la muñeca izquierda.
– Por todos los cielos, hay un escándalo con tu nombre y tú te presentas así – Tim quería golpearlo.
El motivo de sus quejas era el labio mordido que Sebastián estaba luciendo, sin mencionar un chupetón en su cuello.
– No eres nuevo, debes decirle que no deje marcas – lo miró desde el sillón con los brazos y las piernas cruzadas – por lo menos dime que es discreta.
Sebastián estaba de muy buen humor, simplemente sonrió.
– Al menos ya no te comportas como un gruñón.
– ¿De qué hablas?
– Hablo de que siempre estabas enojado, estuve ahí, por si ya lo olvidaste, invitando a salir a las chicas que rechazabas porque valoro más nuestra amistad que mi orgullo, y siempre estuviste molesto, es la primera vez que te veo sonreír tanto.
– No me había dado cuenta, ¿es así como me veo?
Tim se encogió de hombros – sirve para el negocio – se levantó – no quiero ofenderte, pero necesitaré hablar con la chica, si habla sobre ti, estaremos en serios problemas.
– No pasará – sonó amenazante – así que aléjate.
Ambos dejaron el edificio y entraron al estacionamiento privado, la ropa de Tim no perdía frente a Sebastián y su apariencia también era muy sobresaliente, con veinte años recién cumplidos era un joven apuesto de rostro triangular, cabello negro, piel bronceada y cuerpo delgado, su complexión no era tan robusta ni tenía la espalda ancha, era más bien del estilo de un ídolo de adolescentes, su rasgo más llamativo eran un par de ojos color miel que atraían la mirada.
Su destino fue un edificio en el centro con una gran N con las puntas curvas en la parte superior y un afiche de Cristina Niente en la entrada, a las dos y media de la tarde ambos bajaron y caminaron a la recepción.
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No soy un virus, soy un acosador (primera parte)
RomansaDespués de invadir el sistema de un viajero de mundos, Dogo logró abrirse paso a un nuevo cuerpo y a una nueva vida. Esa nueva vida perfecta tiene un pequeño problema. - Por seducir al protagonista de esta historia y poner en peligro el mundo, voy a...