Parte 70 3 de 3

1.5K 174 21
                                    


Era mirada con odio... Albedo estaba siendo observaba con odio, un odio intenso, nacido del corazón de sus queridos compañeros y de los seres supremos.

La escena actual le recordaba a la súcubo, a aquella noche en la que esos dos llegaron a destruir el paraíso que debió ser la tumba bajo el mando único de su amado overlord.

Aquel día debió actuar. Su corazón le decía que esos dos hombres solo causarían dolor a la vida de su amado, tal como lo hicieron la primera vez que lo abandonaron y fragmentaron Ainz Ooal Gown. De todos los seres supremos que pudieron regresar, Albedo creía de corazón, que los peores eran estos dos.

Aun podía recordar los sollozos de Momonga sentado en el trono, tan solo 3 días después de que los nombres de TouchMe y Ulbert fueran borrados de la lista de propietarios de Nazarick, y desde ese momento... y poco a poco... la lista se hizo cada vez más pequeña, y Momonga regresaba cada día más herido. Albedo recordaba como su amado debió huir de múltiples enemigos que lo cazaban cuando salía o regresaba a nazarick. Recordaba las visitas del Overlord a Pestiona, quien era la única que podía restaurar su Mp y sanar las heridas que obtenía cada vez que salía de la tumba.

Desde la sala del trono, observando a través de su pequeño monitor, la administradora de la tumba contemplo como día con día, Momonga llegaba a depositar oro en las arcas de la tesorería, salir con las manos vacías y volver con más riquezas para mantener la tumba...

"No va a durar" fue lo que muchas veces Albedo se dijo dentro de sí, convencida de que incluso aquel ser supremo los terminaría por abandonar, pues lo veía irse todos los días, lo veía abandonarlos cada madrugada, cada tarde y cada noche, y dentro de su débil y herido corazón, la súcubo temió que tal como los otros, este jamás volvería.

El día que se convenció a sí misma que el Overlord se había aburrido de la tumba y no volvería, fue cuando su amo, el ultimo que quedaba, no volvió en más de una semana. Y durante ese tiempo Nazarick fue atacada. Shalltear estaba herida, las trampas con coste de oro habían sido gastadas, y lo único que podía hacer Albedo era volver a colocarlas y rezar porque nadie pudiese matar a Shalltear...

De seguir así, el oro de la tesorería se terminaría al cabo de un año. Las defensas caerían, los guardianes serian asesinados, y puede que incluso su pequeña hermana Rubedo terminase derrotada...

Por un momento incluso, la idea de ver la tumba destruida, y los guardianes y ella misma asesinados, le pareció a la súcubo un escenario paradisíaco. Al final... ¿Que importaba si alguien más tomaba Nazarick? Albedo... sus hermanas y sus compañeros, todos habían sido creados para servir y proteger a los seres supremos.

Ahora que no quedaba ninguno de ellos ¿Qué más daba terminar muriendo?

A día de hoy, Albedo aún se maldecía por haber pensado aquello...

Él regreso...

Tardo una semana en regresar. Parecía cansado, tenso... arto de todo, pero regreso. Reformo las defensas, creo más NPC mercenarios tras ver que gran número de ellos habían sido asesinados y continuo saliendo de la tumba buscando riquezas para sostenerla...

Lo sabía... ahora Albedo lo sabía. Momonga nunca los traicionaría, no los abandonaría... y ella tampoco lo haría.

Albedo abrazo fuertemente a su hermana, acerco su cara a su cabello, ese cabello rojo que liberaba un inconfundible aroma a Peonias. Pudo sentir la suave piel de su hermana y el cálido tacto de esta. Albedo quería a esta niña... la amaba... pero como coordinadora y defensora de la tumba, también debía reconocer su talento como un arma.

Overlord: Trinidad Caps 1-170Donde viven las historias. Descúbrelo ahora