Parte 145

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El imponente guerrero de armadura negra, parecía a ojos de los soldados, el impenetrable muro de una ciudad legendaria. Y las dos enormes espadas gemelas que colgaban de espalda, armas creadas para destruir el mundo. 

El hechicero, cubierto por una túnica negra, cuyo color pareció haber sido robado a la noche misma, se veía más inofensivo a ojos de los milicianos; pero aquellos hechiceros que lograron mirlarlo, recordaron al verlo, la leyenda de un rey brujo que gobernó el mundo en antaño. Y guiados por su codicia, dirigieron sus ojos con éxtasis al báculo que portaba, y los 8 anillos que se encontraban repartidos en sus dos manos, cada uno con gemas preciosas de hermoso color y gran tamaño. Cada mago arcano los ansiaba, ebrios por el poder que podrían brindar tales gemas... Pero lo que los detenía de intentar tomarlos, no eran solo los compañeros del hechicero, si no la propia brutalidad que este exhibía la máscara de aquel hombre.

El tercer hombre de ese grupo, tenía en su rostro una sonrisa amable, y mantuvo sus ojos cerrados en todo momento. Su cabeza había sido afeitada, y por la forma en la que mantenía juntas sus manos, sumado a su túnica de color anaranjado, se determinó que debía tratarse de algún monje pagano, que rezaba a una deidad antigua al que un minotauro que vivió hace muchos siglos, llamaba "Buda". Pero este hombre santo, era también un motivo de preocupación para los guerreros experimentados, y es que sus manos, sus enormes manos eran visiblemente las de un guerrero experto en el combate sin armas, algo que se comprobaba al ver sus gruesos brazos que parecían estar hechos de acero.

Y si no fuera ya poco, detrás de ellos se encontraban 3 hermosas doncellas con ropas de viaje. Dos de ellas tenían una piel pálida, clara como la nieve, el cabello largo y negro, que una mantenía en una cola de caballo, y la otra peinaba en un moño. La tercera doncella, una hermosa joven de piel canela y con el cabello rojo, llevaba un lindo peinado de dos trenzas, y un lindo gorrito.

Pero lejos de parecer simples acompañantes, o amantes de los guerreros, sus equipos las hacían ver como aprendices capaces. La mujer con el cabello peinado en un moño, sostenía un enorme escudo plateado; la chica con la cola de caballo, llevaba una espada mágica en su cintura; y la joven de piel canela, de su cuello colgaba un extraño collar con un símbolo desconocido, pero que la identificaba como un alta clérigo.

Era un equipo soñado, con un balanceo perfecto entre las habilidades y profesiones de sus miembros.

Un guerrero pesado, una espadachín ligera, una joven de escudo amplio para proteger  a sus compañeros, un monje experto en combate cercano, un hechicero arcano y una clérigo en la retaguardia.

Parecían ser guerreros legendarios que venían a salvar al mundo de un enemigo malvado.

Pero algo hacia que el ánimo no fuera tan bueno, y es que del cuello de los seis colgaban placas de hierro. Eran aventureros del más bajo rango, algo imposible para personas con equipos tan visiblemente buenos y caros. Y aun que se respiraba cierto optimismo por la llegada de estos héroes, esas placas bajaban el ánimo.

-¿Crees que nos recuerde?- susurro TouchMe a Momonga.

Aquel no-muerto, recordó la noche en la que ella presencio el enfrentamiento con el lancero. –Estoy seguro- dijo, confiado en que aun si le hubieran borrado los recuerdos de aquella batalla, Lakyus no podría olvidar la historia de los kurata. Una historia que el mismo Momonga no podía olvidar, aunque lo deseaba...

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Agitada, con la espada negra colgando en su cintura, y con un papel arrugado en sus manos, corría con todas sus fuerzas la aventurera de Rango adamantina, Lakyus.

Se abrió paso entre los soldados y aventureros sobrevivientes, para llegar hasta a aquellos hombres a los que se les negaba la entrada al campamento.

Overlord: Trinidad Caps 1-170Donde viven las historias. Descúbrelo ahora