Parte 77 1 de 2

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Al interior de un viejo templo dentro de la capital de Re-Estieze, un debilitado hombre abria sus ojos con dificultad, mientras escuchaba a una mujer cantar.

Al abrir por fin los ojos, se encontró a con decorados con motivos religiosos que señalaban el lugar como el interior de una iglesia, y al examinar un poco más el lugar, se encontró con una mujer de cabello rubio cantando una singular melodía que hacía que el hombre sintiera sus fuerzas renovadas, podía sentir sus heridas sanar y su alma encontrar la paz... 

Pero toda aquella quietud de su se perdió, cuando el hombre recordó el crujir de sus huesos, la sangre saliendo de su boca y a sus compañeros... en un estado tan horrible,  que seguramente la mayoría de ellos hubieran preferido estar muertos.

Con miedo, el hombre giro su cabeza en todas las direcciones que podía, y hacerlo, se dio cuenta de que ese encontraba encadenado sobre una silla. Intento entonces gritar por ayuda, pero la mordaza en su boca se lo impedía.

Recordó entonces a la mujer de la armadura negra y al ninja...

Brain Ungluas, intento tomar su espada, pero no la podía ver por ningún lado. Intento liberarse, pero aun un genio humano no podía hacer nada contra las gruesas cadenas que lo contenían.

Brain se comenzó a agitar sobre la silla donde se encontraba retenido, se movió salvajemente, y aun que él no lo notaba, la madera de la silla comenzaba a crujir, amenazando con romperse. Y para evitar que eso pasara y tener que lidiar con un hombre de ese calibre asustado, aquella que observaba se quitó la capucha y mostro su cara al guerrero.

-Guarda silencio por favor, no te haremos daño, tranquilo... Tranquilo... ¡Brain Ungluas!- sin contener sus fuerzas, la mujer de cabello dorado dio una fuerte bofetada al hombre encadenado.

El miedo se desvaneció del corazón de Brain, pero fue entonces reemplazado por una ira intensa.  Y con resentimiento, miro a la persona que lo había golpeado, para encontrarse entonces con un rostro conocido, pero no familiar.

Frente a el tenia a una joven de en sus 18 años, de cabello dorado y ojos azules, poseedora de una belleza que rivalizaba con la de la  princesa dorada Renner...

"Lakyus..." susurro dentro de su mente Brain.

El no conocía a la joven, nunca la había visto, ni mucho menos había hablado con ella, pero al ser una de las pocas aventureras de rango adamantina, y poseer una espada legendaria, hubiese sido un insulto para Brain el no conocerla. Después de todo, aunque su objetivo final era Gazef, cualquiera que se llamara a sí mismo "gran espadachín" era una persona a la que Brain deseaba vencer. Y la sacerdotisa portadora de la espada maldita no era la excepción.

Brain dejo de moverse, pero no ceso los esfuerzos para quitarse la mordaza de su boca. Podría haber perdido el miedo, y ver reducida su ira, pero sus dudas aún seguían ahí.

¿Qué había pasado con la mujer de la armadura negra y el ninja? ¿Cómo había llegado hasta ese lugar?  ¿Y por qué una aventurera adamantina se encontraba aquí?

Antes de encontrar la respuesta, Brain encontró en su visión periférica a un hombre de cabellera larga y una lanza que brillaba con un halo divino...

Podía ver el enfado en su rostro... podía ver la fuerza en sus pasos...

Parecía ser uno... pero no era humano...
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El templo de los cerezos donde habitaba Aureole, tenía un camino secreto hasta el noveno piso de la tumba, por este se podía llegar a la sala del trono en tan solo 10 minutos caminando, eso claro, siempre que no se tuviera que lidiar con los obstáculos preparados para los invasores.

Esa ruta tan corta fue otro de los favores especiales que se le hicieron a Ashura Ishida, para que pudiera visitar a Aureole cuando quisiera, y sin que nadie se enterara, pues los portales dejaban registros y este camino tenia incluso hechizos de anti-espionaje.

Y por esta ruta secreta, es que caminaban Pandora's Actor y Aureole Omega, quienes escoltaban a la sucubo Albedo, quien ahora llevaba un atuendo de miko que le fue prestado por la guardiana del templo de los cerezos.

Shalltear no se encontraba con ellos, pues tras el informe de Pandora's Actor sobre el éxito que tuvieron al dormir a Rubedo, el overlord no creyó que fuera ya necesario mantener a Shalltear en esa escolta, y le ordeno a la vampira transportarse inmediatamente hacia la sala del trono.

En este momento, a los NPC's de mayor importancia se les ordeno reunirse en la sala del trono. La misma orden fue dada a los guardianes de la tesorería  y el templo de cerezos, con la única diferencia de que ellos debían servir como escoltar para Albedo, y por tanto, no podían usar los portales de Aureole, dado que los seres supremos querían ganar tiempo para preparar una audiencia especial, dedicada a aquella mujer que había roto una de las masa sagradas leyes de Narick.

Pero aun a sabiendas de eso, la poderosa coordinadora de los guardianes, caminaba sin miedo mientras examinaba el traje que le había sido prestado.

Albedo veía como las mangas largas le cubrían las muñecas y parte de las manos. La falda era tan larga que por momento sentía que la pisaba al avanzar

-Aureole ¿Puedes decirme si estoy pisando el vestido?- pregunto Albedo mientras intentaba sin éxito verlo ella misma.

-No debería ser posible que lo pise, Albedo-sama, la prenda se adaptó a su altura cuando se la puso, así que no se preocupe por ello. De hecho, puedo decir que esa prenda le queda perfecta- Dijo felizmente Aureole.

-¿Perfecta dices? No siento que esta zona se haya ajustado bien...- respondió mientras veía su pronunciado escote.

Aunque el ropaje era un ítem llamado "Vestido de Miko" el aire sagrado del atuendo se perdía con el pronunciado escote que mostraba Albedo, ya que al ser ella un súcubo, el ítem se adaptó a su trabajo y le dio un aire erótico a la prenda ceremonial.

-Yo digo que es parte del encanto de Albedo-sama. Usted viste la prenda a su manera- replico Aureole.

-Es como dice Aureole- Agrego Pandora's Actor.

-Aun así... no creo que sea apropiado para enfrentar un juicio-

Albedo sonrió para sí misma. Se encontraba hablando de su ropa cuando lo que debería preocuparle era su cabeza que rodaría por la sala del trono, si Momonga escuchaba su historia no le creía...

-En ese sentido tiene razón... pero lamentablemente no tengo nada más que prestarle, así que deberá bastar por ahora-

-Supongo que no fue tan buena idea dejar mi ropa en ese entonces... creo que al menos debí conservar mi vestido- recordó sonriendo mientras avanzaba hacia su juicio...
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Al interior de la enorme sala negra, donde sobre un trono se sentaba la encarnación de la muerte, y a su lado, se postraban orgullosos los aspectos del caos y de la guerra, la sucubo se encontraba arrodillada y con cadenas, mientras a su espalda, una mujer, que por sus venas no corría la sangre, le apuntaba con su lanza, preparada para perforarla con ella y matar a una persona que desde el fondo de su corazón... respetaba.

Albedo se sintió triste al ver tan seria a Shalltear, pues si bien se llevaban un poco mal, jamás fue su deseo realmente ver a esta chica apuntar su arma contra ella...  Pero el overlord que se sentaba orgulloso en el trono, le recordaba a la súcubo porque luchaba, y porque no podría caer aquí el día de hoy.

-Albedo...- El tono frio y molesto de Momonga, penetro tan profundamente en alma de Albedo, que esta sintió, que la lanza detrás de ella, jamás podría aspirar a generar un dolor tan angustiante como el que sentía ahora.

Albedo levanto la mirada y observo las dos luces rojas en las cuencas del Overlord al que amaba...

Estaba furioso... podía recordar esa intensidad en sus ojos... era la misma que en aquel día en el que Takemikazuchi los abandono a todos.

Era la misma mirada que tuvo aquel día en el que los insensatos humanos le arrebataron a los supremos una mina...

Era la misma que en aquel momento en el que confronto a los dos, quienes ahora se paraban orgullosos a su lado...

Overlord: Trinidad Caps 1-170Donde viven las historias. Descúbrelo ahora