Parte 151

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Los grandes muros de la fortaleza. Las gruesas puertas. Los cientos de arqueros esqueletos repartidos en las torres y murallas. Todo aquello destinado a mantener a los invasores fuera, no representaba para los supremos ninguna molestia. El propio Nigromante debía saberlo, pues los esqueletos no se movían, todas las puertas estaban abiertas y ningún guardia cuidaba las entradas.  Todo era accesible, todo estaba libre.

Aunque también podía deberse a que nadie podría llegar hasta aquí en primera lugar. Y quien pudiera hacerlo, sin lugar a dudas tendría el derecho a conocer al creador de este paraíso para los no-muertos.

Y por esta fortaleza avanzaban los seres supremos y sus seguidores, guiados por uno de los acolito de Khajiit, ahora convertido en una creatura superior. Y ese monstruo nacido en un mundo que no estaba preparado para él, los guio hasta una sala espaciosa y bien iluminada, donde al menos una docena de hombres trabajaban pesando, analizando y dibujando todo aquello que sacaban de los cadáveres en las mesas tenían enfrente.

-Qué lindo...- dijo de forma sarcástica el demonio al ver la sala llena de nigromantes, disfrutando de una cantidad de cadáveres frescos que en el pasado les hubiera sido imposible de reunir.

Todos aquellos que trabajaban llevaban túnicas negras. Eran los supervivientes de la batalla que ahora disfrutaban del botín que consiguió para ellos su maestro.

-Estos son mis compañeros- dijo el acolito de Khajiit sin dejar de caminar. –Todos ellos hábiles nigromantes a la altura de aventureros de Rango Mithril. Idiotas muy trabajadores que llevaban aquí trabajando varias horas. La mayoría de ellos ni siquiera espero a atender sus heridas cuando les dijimos de este nuevo laboratorio- El acolito parecía de alguna manera orgulloso por los compañeros que ni siquiera voltearon a verlos cuando entraron.

Los nigromantes que estudiaban los cadáveres estaban absortos en su propio mundo, y las palabras que se dirigían unos a otros, eran para comunicar datos o formular teorías que se hilaban y destruían sobre esas mesas de disección.

-¿Porque hace eso?- Pregunto Momonga, impulsado por su curiosidad nata como humano, y fortalecida por su nueva naturaleza.

-¿Diseccionar los cadáveres?- El acolito tenía una enorme sonrisa mientras respondía al caballero negro.

Entonces, lleno de arrogancia por la nueva fuerza conseguida; volteo para ver las reacciones que tendrían en sus rostros.

Esperaba encontrarse indignación o miedo... pero los tres hombres parecían estar completamente en calma. De las mujeres, la que parecía mayor tenía una mirada fiera, como si se prepara para saltar a la batalla. La otra chica de cabello negro, peinado en una cola de caballo, miraba al frente, indiferente. Y la dulces sacerdotisa de piel canela, a quien el acolito esperaba ver horrorizada, sonreía de una manera extraña; como si todo aquello le provocara diversión y placer al mismo tiempo.

-Si. ¿Les ayuda a fortalecer su magia, o hay otra razón para hacerlo?- pregunto Momonga desde su armadura negra.

-Ah... si, bueno. Así es- respondió algo confundido por las reacciones tan tranquilas  de aquellas personas. –El entendimiento sobre el cuerpo en el que imbuimos nuestra magia, ayuda a potenciar el cadáver o gastar menos mana en su reanimación- dijo el acolito.

-Ya veo...- fue lo último que dijo el caballero oscuro antes de dirigir su mirada interesada hacia los nigromantes trabajando.

El confundido acolito continuo su camino, y llevo al grupo de aventureros y conquistadores a lo que alguna vez fue una sala para las audiencias del rey Ramposa, cuando este se movia a E-Rantel para las invasiones anuales.

Y ahí, frente a otra mesa, que sobre ella tenía al cadáver de un acolito al que ya no podía revivir, se encontraba el nigromante con capucha negra. Ahí de pie, estaba khajiit.

Overlord: Trinidad Caps 1-170Donde viven las historias. Descúbrelo ahora