Parte 79

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La poderosa guardiana del primer piso arrastro a la coordinadora hasta la habitación de un ser supremo. Una vez la guardiana abrió la puerta, se encontró con algo que parecía más laboratorio que un dormitorio. En el lugar no se veía una sola arma, pero aun así a Shalltear le parecía un sitio peligro, pues decenas, si no es que cientos de frascos con pociones de orígenes desconocidos, se encontraban repartidos por todo el cuarto. Libros de textos prohibidos estaban desparramados por todo el piso, diagramas y fórmulas con los avances del alquimista estaban pegadas sobre las paredes, e incluso podían verse algunos minerales de gran valor sobre las mesas.

Shalltear entendía que debido a la orden recibida, su deber era dejar a Albedo aquí dentro, pero eso no significaba que pudiera abandonarla sola con objetos tan extraños y potencialmente peligrosos, que alguna vez pertenecieron a un ser supremo. Así que Shalltear torció las órdenes que le habían sido dadas.

La vampiro sangre pura dejaría a Albedo encerrada en la habitación y custodiaría la entrada, pero no desde afuera como los seres supremos esperaban, si no desde adentro, evitando así que Albedo intentara algo extraño dentro de esta extraña habitación.

Y contrario a lo que uno pudiera esperar de la vampira con un harem en su morada, la guardiana de los primeros tres pisos supo mantener el decoro y la compostura. Planto sus pies en el suelo y postro la punta de su lanza en el suelo.

Shalltear se veía como la valquiria sangrienta que se suponía que era. Envuelta con su armadura carmesí y sosteniendo su divina lanza, la vampiro observaba con cuidado a la coordinadora que esperaba su sentencia.

-¡No toques nada, Albedo!- grito Shalltear al ver que la súcubo estaba por tomar uno de los libros de la mesa.

La mujer cerró los ojos con fuerza e intento imaginar que pasaría si desobedeciera esa orden. Pronto, Albedo se vio a si misma siendo golpeada brutalmente por la vampira, por lo que cansada por todo lo que había pasado, Albeo se dio vuelta para comprobar su teoría era cierta.

Al darse vuelta y cruzar miradas con la vampira, Albedo lo comprendió. De no haberse detenido, estaría muerta.

Al darse vuelta y enfrentarse a los ojos de la guardiana, Albedo comprendió, que de no haberse detenido, estaría muerta.

"Parece que este pequeño acto me costara más que la confianza de los supremos... Pero, Shalltear ¿Podrías dejar de verme de esa manera? Enserio duele" se dijo a si misma Albedo.
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Los monstruos y los demonios se habían retirado de la sala del trono, dejando atrás solo al guardián de la tesorería, y la sacerdotisa del templo de los cerezos.

Ambos se encontraban tranquilos... demasiado serenos para haber sido parte del incidente de Albedo. ¿Podía ser que ninguno se sintiera culpable? O por otro lado, ¿Pensaban acaso que no serían juzgados por ser sirvientes cercanos a Momonga? 

Ese pensamiento molesto a dos de los seres supremos, pues si ese fuera el caso, y Momonga quisiera perdonar a su creación y a la guardiana del templo de cerezos, ambos no tendrían más opción que aceptarlo, pues a final de cuentas, sin Albedo, Aureole era la única capaz de mandar sobre Rubedo, y el poder de combate de Pandora's Actor era algo que no podían perder, sobre todo ahora que sabían sobre la existencia de ítem mundiales en este mundo.

La otra cosa que le molestaba a TouchMe y Ulbert, era el incómodo silencio que gobernaba en la sala, pues después de ordénales a Pandora's y Aureole que no se retiraran, Momonga se había quedado en silencio sobre el trono. No decía una sola palabra y no parecía que fuera a hacerlo pronto.

La molesta situación estaba cansando a Ulbert, a tal punto que intentar sacar a Momonga de su trance parecía una opción aceptable, pues no podían perder tiempo, y menos si ese valioso recurso era desperdiciado por Momonga quien veía el vacío sin compartir sus ideas.

Overlord: Trinidad Caps 1-170Donde viven las historias. Descúbrelo ahora