Parte 90 1 de 3

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En la capital del reino santo, al interior del cuartel de la capital, una incrédula escudera escuchaba pacientemente los gritos dirigidos a ella, y aun que ya estaba acostumbrada a los regaños, sintió miedo al escuchar los gritos de su teniente a cargo, pues este jamás le había gritado algo que pareciera una recompensa.

Y por lo poco que estaba logrando entender, eso era lo que el teniente le estaba dando.

-¡Vacaciones por 3 semanas, y no quiero volver a verte aquí hasta entonces Baraja!- Grito un molesto teniente a la escudera que aun escuchaba perpleja.

La novata aspirante a paladín, Neia Baraja estaba recibiendo vacaciones forzadas, algo que ni siquiera sabía que existía hasta este momento, pues cuando los altos mandos del ejército querían deshacerse de alguien durante algún tiempo, la táctica más usada era enviar a dicha persona a los establos (Cosa que le habían hecho a Neia ya 5 veces), por lo que la escudera no comprendía bien porque se le estaba dando este periodo de descanso ¿Qué era tan importante que debían mantenerla alejada del cuartel durante tanto tiempo? Mientras la escudera procesaba la información que le acababan de gritar, el inflexible teniente le arrojo sus pertenencias con fuerza y sin darle tiempo a replicar, le grito de nuevo:

-Pasa con el tesorero por tu paga correspondiente, Buena suerte Baraja- dijo el teniente, antes de dar media vuelta  y comenzar a caminar.

La chica de cabello rubio quedo perpleja y aun intentaba comprender las palabras del teniente cuando lo vio a este alejarse y desaparecer entre la multitud. Y ya sin saber bien que hacer, casi por inercia, Neia dirigió sus pasos hacia las oficinas del tesorero, quizás intentando cumplir la orden que le acababan de dar, pero cuando se encontró a las puertas de la tesorería recordó...

-Pero...no me pagan nada...- Neia recordó que los escuderos no tenían salario.
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Con sus pocas pertenecías, la escudera dirigió sus pasos hacia su hogar, no sin antes asomarse por el mercado, donde varias personas comenzaron a verla con desconfianza, algunas incluso susurraban a sus espaldas, y algunos niños con los que la escudera llegaba a cruzar la mirada, corrían despavoridos.

Eran sus ojos, la razon por la que todas esas molestas miradas se postraban sobre ella, eran debido a sus ojos negros afilados, con dos círculos alrededor de ellos. Neia poseía una mirada naturalmente amenazadora, aunque ella se esforzara, siempre parecía estar observando a las personas con alguna clase de resentimiento, y cualquiera que se topaba con esos ojos, se sentía en peligro por aquel negro intenso de su mirada.

Neia miro entonces las monedas que tenía en su mano. Era bastante dinero, era todo lo que su padre le había enviado durante el último año. Dado que la escudera no percibía ningún pago, su padre le enviaba todos los meses un poco de dinero para emergencias. Aun que ese "Poco"  era lo equivalente al salario mensual de un teniente, algo tan exagerado, que a estas alturas Neia no sabía si este dinero era la forma en que su padre le decía "te amo" o una protesta silenciosa y costosa para que Neia sintiera culpa abandonara el ejército.

Pero en cualquier caso, con este dinero Neia tenía planeado comprar provisiones para encerrarse en casa durante sus forzadas vacaciones y entrenar con la espada sin tener distracciones, pero dado el ánimo del mercado... desistió de la idea.

Tras un largo camino a través de la ciudad, Neia llego a la zona residencial en donde se encontraba su casa, un pequeña mansión sin adornos ni pintura, con un gran muro que la separaba de la calle y el resto de las casa de la zona. Considerándolo mejor, aquel lugar era más una pequeña fortaleza que una mansión.

Por supuesto, esta clase de hogar estaba más allá del bolsillo de un escudero, por lo que si bien Neia llamaba a esto "Su hogar" era más bien "El hogar de su familia"

Overlord: Trinidad Caps 1-170Donde viven las historias. Descúbrelo ahora