Parte 77 2 de 2

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Un ángel, aquel, quien quizás, alguna vez fuera el más hermoso y amado por los cielo; hoy se encontraba maldito, débil y encadenado dentro del círculo más frio, pequeño y profundo del infierno, donde batía sus alas, intentando liberarse del sufrimiento eterno, convencido de que su rebelión y su crimen, no lo hacían merecedor de este sufrimiento.

Y agito sus alas Lucifer, para apagar el fuego que lo consumía, para liberarse de las cadenas que lo retenían...más pronto cayo en cuenta de que los débiles aleteos de un condenado no lo liberarían. Así que, maldito y abandonado, les dio un nuevo significado...

Cada aleteo producía un eco que retumbaba hasta los cielos. Cada aleteo era un grito dirigido a Dios. Cada aleteo le recordaba a su creador que aún se encontraba ahí, y que las cadenas con las que lo encerró, no por siempre lograrían resistir...

Albedo hoy... encadenada con hierro, con sus alas negras retenidas por las espadas de un demonio de hielo, y con la lanza de un guerrero maldito apuntando a su cuello, recordaba mucho a aquella imagen del gran demonio con el que se supone, tenía parentesco.

Albedo... la súcubo... la Lilith... el ángel corrupto que cayó de los cielos y traiciono a los amos que permitieron su nacimiento. Albedo, el demonio que agito sus alas dentro del infierno, en busca de libertad, alzo la mirada cuando escucho a la muerte pronunciar su nombre.

Sus ojos inyectados en lágrimas, reflejaban dolor y miedo...

"¿Un demonio que buscaba alcanzar los cielos?" Reflexiono el santo guerrero al ver la escena.

"Albedo... ¿La "caída" que negó al infierno?" Pensó el demonio del fuego.

-Albedo...- pronuncio de nuevo la muerte, esta vez con más poder en sus palabras y con un caos en su mente.

La demonio, envuelta en el traje de una sagrada sirviente de dios, entrecerró sus ojos con ternura. E intentando contener las lágrimas, con su voz entrecortada, gentilmente pregunto: "Mi gran señor... ¿Necesita algo de mí?" Pregunto con una sonrisa encantadora que alegraba el corazón.

-No...- Respondió la muerte desde su trono.

Y con dolor, mientras se esforzaba por sostener una sonrisa torcida, la demonio, con dolor acepto, que en este momento, del hombre al que más amaba... había perdido el favor.

-Para libérate... para salvarte, eres tú la que necesita confesarse. Así que eres tu Albedo, quien requiere dar una razón para que esas cadenas no se conviertan en tus eternos compañeros- Pronuncio fríamente la muerte.

Palabras indolentes, que salieron de la boca de aquel amo, chocaron contra los corazones de las bestias, monstruos y demonios que atiborraban la sagrada habitación, y como lanzas, las palabras penetraron a todos aquellos que estaban acostumbrados a escuchar, a esa voz, llena de amor por todos y cada uno de ellos.

Aun quienes habían lidiado con la demonio y su corta rebelión, pudieron encontrar en sus corazones algo de lastima por la demonio que afrontaba algo peor que una ejecución...

Albedo, aun a sabiendas de que podía perder el cariño... el amor que por defecto, la muerte sentía por cada uno de ellos, hizo un esfuerzo por contener su dolor. Hizo un esfuerzo para no permitir a su nariz contribuir con el desastre que ya era su rostro.

No quería que la vieran llorar como a una niña, aunque, en ese momento, así se sentía.

-Yo...- dijo con la voz aun ronca. –Yo declaro...- pronuncio, mientras agitaba las cadenas y se limpiaba la cara con las largas mangas de su atuendo. –Yo declaró, ante los 3 seres supremos, que soy culpable de cada crimen del que me acusan, y nadie aquí podrá negar lo contrario. La palabra de los creadores del paraíso,  es ley incuestionable, y yo les he desobedecido... incluso a aquel que es dueño de este corazón-

Albedo toco gentilmente su pecho, acción que hizo sufrir a la muerte...

-Pero... declaro que mis acciones no tuvieron otro propósito que dar vida y gloria al hogar que nos han otorgado. ¡Declaro que mis acciones fueron para proteger al hogar que tanto amo!- grito con dolor la demonio, mientras observaba detenidamente aquel par de luces rojas.

Pero...

-Aun así, nada justifica que despertaras a tu hermana e hirieras a tus compañeros- Declaro el supremo gobernante, mientras las luces rojas de sus ojos buscaban al demonio del hielo. –La vida de uno de los preciados hijos de mis amigos, casi sucumbe por tu miedo... Albedo-

-Yo...- Albedo volteo a ver al demonio.

La creatura, cerro sus grandes fauces con recelo, y exhalo un aire helado por el miedo que le provocaron los ojos al borde de las lágrimas de Albedo.

- Lo siento... - Dijo Albedo al demonio que apretó el acero de sus armas. –No puedo más que expresarte mi dolor por lo que paso, y ni siquiera me atrevo a pedirte que me perdones. Pero...- La mirada de Albedo de nuevo se dirigió a los seres supremos. –Por mi hermana, por mi pequeña e inocente hermana suplico perdón por las malas decisiones, que yo y solo yo he tomado, y me han llevado a este momento-

Aquellos no era los ojos de una guardiana... de una guerrera o de una demonio.

Eran los ojos suplicantes de una hermana que buscaba salvación para con aquella pequeña a la que profundamente amaba.

"No quisiera... tener que ver de nuevo, esos ojos que me suplican piedad Albedo" pensó la muerte sentada en su trono negro. "Pero..."

-En este momento, es a ti a quien juzgamos, de tu hermana hablaremos en otro momento- Dijo lo muerte, que no descarto el escenario en el que aquella pequeña niña terminara encadenada al lado de su hermana.

Ante la noticia, de que aun debía seguir vivía para pelear por su pequeña y querida hermana, Albedo apretó fuertemente sus cadenas e intento recoger sus largas alas negras, que se encontraban perforadas por las espadas gemelas.

Uno se encontraba indiferente, otro interesado, y uno más sufría por el dolor de la demonio.

Pero todos ellos, seguían interesados en conocer la verdad detrás de los hechos. La curiosidad, el deseo de justicia, y la codicia motivaban aun las preguntas y las dudas que se ceñían sobre Albedo.

–Dicho eso, confiesa entonces. ¿Por qué has dudado de tus amos y has desobedecido a sus mandatos?- pregunto el demonio del caos.

-¿Por qué has causado el dolor en aquellos a quienes se te ordeno proteger?- le grito desafiante el santo guerrero.

-¿Por qué has intentado traicionarnos?- acuso con dolor la muerte.

La demonio entonces alzo la mirada hacia el techo de la sala. 8 pisos se encontraban sobre de ella, pero aun así, sentía que podía ver el cielo si se esforzaba por hacerlo...

Quería pedir fuerzas a este cielo bajo el cual se le había permitido tener voz, para hablar con sus compañeros, y el excelso líder a quien debían su vida todos ellos. 

"Aun no puedo morir" pensó Albedo, al recordar las estrellas que compartió con su amado aquella noche...

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(Nota del autor: No manejo posturas religiosas y esta página es un ambiente neutro, donde cualquier religión o mitología, no es más que un portal a la belleza. La comparación es solo una forma literaria de enriquecer un texto. Espero entonces, no encontrar comentarios relacionados a estos temas)
Otra nota: me propuse a solo usar el nombre de "Albedo" en este capítulo.

Espero les haya gustado, pese a lo extraña que fue esta parte, pero hoy se me dio por hacer un capítulo de este estilo, y quizás haya sido por la comparación que encontré entre Albedo y aquel ultimo círculo del infierno descrito en la divina comedia.

Overlord: Trinidad Caps 1-170Donde viven las historias. Descúbrelo ahora