9/2

188 26 0
                                    

baño creeré que se ha enamorado de verdad, no antes.


Sophie recordó a Howl arrodillado en la tierra, posando para estar lo más guapo


posible, y supo que tenían razón. Pensó en entrar en el baño y arrojar todos los


conjuros de belleza de Howl por el lavabo. Pero no se atrevió. En vez de eso, se


acercó cojeando a buscar el traje azul y plateado y pasó el día entero cortando


pequeños triángulos azules para hacerse una falda de retales con ellos.


Michael le dio unas palmaditas amables en el hombro cuando se acercó al hogar


para arrojar las diecisiete páginas de notas a Calcifer.


-Al final todo el mundo lo supera -le dijo.


Para entonces era evidente que Michael estaba teniendo problemas con su


conjuro. Soltó las notas y cogió un poco de hollín de la chimenea. Calcifer asomó la


cara para observarle con curiosidad. Michael cogió una raíz marchita de una de las


bolsas que colgaba de las vigas del techo y la puso entre el hollín. Luego, después de


mucho pensar, giró el taco de madera con el azul hacia abajo y desapareció durante


veinte minutos en Porthaven. Regresó con una concha marina grande y retorcida y la


colocó con la raíz y el hollín. Después, rompió en pedazos páginas y páginas de


papel y los añadió también. Puso todo junto delante de la calavera humana y


empezó a soplar, de forma que el hollín y los trocitos de papel revolotearon por toda


la mesa.


-¿Qué crees que está haciendo? -preguntó Calcifer a Sophie.


Michael dejó de soplar y se puso a triturarlo todo en el mortero, incluido el papel,


mirando de vez en cuando a la calavera con expresión expectante. No pasó nada, así


que probó con distintos ingredientes de las jarras y las bolsas.


-Me siento mal por haber espiado a Howl -anunció mientras machacaba


ingredientes en un cuenco por tercera vez-. Puede que sea un veleta con las mujeres,


pero se ha portado muy bien conmigo. Me acogió cuando yo no era más que un


huérfano abandonado sentado a su puerta en Porthaven.


-¿Cómo ocurrió? -preguntó Sophie mientras recortaba otro triángulo azul.


-Mi madre murió y mi padre se ahogó en una tormenta -dijo Michael-. Y


cuando pasa eso nadie te quiere. Tuve que dejar la casa porque no podía pagar el


alquiler, intenté vivir en la calle pero la gente me echaba de su puerta y de los barcos


hasta que el único sitio que se me ocurrió fue uno al que todos le tenían demasiado


miedo como para entrometerse. Howl acababa de empezar modestamente como el


Hechicero Jenkin. Pero todo el mundo decía que en su casa había demonios, así que


dormí en su portal un par de noches, hasta que una mañana, Howl abrió la puerta


para ir a comprar el pan y me caí dentro. Me dijo que podía esperar dentro mientras


él iba por algo de comer. Entré y allí vi a Calcifer y empecé a hablar con él, porque


nunca antes había visto a un demonio.


-¿De qué hablasteis? -preguntó Sophie, pensando que tal vez Calcifer le había


pedido también a Michael que rompiera su contrato.


-Me contó sus problemas y me lloró encima, ¿a que sí? -dijo Calcifer-.


No se le pasó por la cabeza que yo también podía tener mis propios problemas.


-A mí no me lo parece. Es solo que te quejas mucho -dijo Michael-. Aquella

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora