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-¡Michael! -gritó.
-¡No fui yo el que dejó entrar al espantapájaros! -dijo Michael en tono de
culpabilidad.
Todo parecía normal. A Sophie le sorprendió descubrir el poco tiempo que había
pasado desde que se había marchado. Alguien había sacado su cama de debajo de
las escaleras y Percival estaba tumbado sobre ella, todavía inconsciente. Lettie,
Martha y Michael estaban reunidos a su alrededor. En el piso de arriba, Sophie oyó
las voces de la señora Fairfax y Fanny, junto a golpes y roces ominosos que indicaban
que las arañas de Howl lo estarían pasando mal.
Howl soltó a Sophie y se lanzó hacia la guitarra. Antes de que pudiera tocarla,
estalló en un largo y melodioso ¡buuuuum! Las cuerdas volaron. Una lluvia de
astillas de madera cayó sobre Howl, que se vio obligado a retirarse cubriéndose la
cara con una manga hecha jirones.
Y la señorita Angorian apareció sonriendo junto a la chimenea. Howl tenía razón.
Debía de haber estado escondida en la guitarra todo este tiempo, esperando su
oportunidad.
-Tu bruja está muerta -le dijo Howl.
-¡Ay, qué pena! -respondió la señorita Angorian, sin ninguna preocupación-.
Ahora me puedo fabricar un nuevo ser humano mucho mejor. La maldición se ha
cumplido. Ahora puedo apoderarme de tu corazón-. Se agachó hacia el hogar y
sacó a Calcifer, que sobresalía de su puño cerrado con aspecto aterrorizado-. Que
nadie se mueva -dijo la señorita Angorian amenazadora.
Nadie se atrevió a moverse. Howl estaba más quieto que ninguno.
-¡Socorro! -exclamó Calcifer débilmente.
-Nadie puede ayudarte -dijo la señorita Angorian-. Tú me vas a ayudar a mí
a controlar a mi nuevo humano. Deja que te enseñe cómo. Solo tengo que apretar un
poco más.
La mano con la que sujetaba a Calcifer apretó hasta que los nudillos se volvieron
de un amarillo pálido. Howl y Calcifer gritaron a la vez. Calcifer se sacudió de un
lado a otro, sofocado. El rostro de Howl se tornó azulado y cayó al suelo como un
árbol talado, donde se quedó tan inconsciente como Percival. A Sophie le pareció
que no respiraba.
La señorita Angorian se quedó atónita. Observó atentamente a Howl.
-Está fingiendo -dijo.
-¡No está fingiendo! -gritó Calcifer, retorciéndose en una espiral de llamas-.
¡Tiene un corazón muy sensible! ¡Suéltame!
Sophie levantó el bastón, despacio y con cuidado. Esta vez pensó un momento
antes de actuar.
-Bastón -murmuró-, pégale a la señorita Angoriau, pero no le hagas daño a
nadie más.
Y en este momento empuñó el bastón y descargo sobre los nudillos apretados de
la señorita Angorian el golpe más fuerte del que fue capaz. La señorita Angorian
soltó un siseo agudo, como cuando se quema un tronco húmedo, y dejó caer a

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora