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puerta-. Cuando comience el duelo, esparce este polvo en el aire y te dará las


mismas oportunidades que a tu oponente. Después de eso, que ganes o pierdas


dependerá de ti.


El muchacho quedó tan agradecido que intentó darle una moneda de oro. Sophie


se negó a aceptarla, así que le entregó en su lugar una de dos peniques y se marchó


silbando tan contento.


-Me siento como una charlatana -dijo Sophie mientras guardaba el dinero bajo


la piedra del hogar-. ¡Pero me gustaría estar presente en ese duelo!


-¡Y a mí también! -rugió Calcifer-. ¿Cuándo me vas a liberar para que pueda


ir a ver esas cosas?


-Cuando tenga al menos una pista sobre el contrato -dijo Sophie.


-Puede que luego te dé una -dijo Calcifer.


Michael entró a media tarde. Miró alrededor con nerviosismo para asegurarse de


que Howl no había llegado a casa y fue a la mesa, donde se puso a sacar cosas para


fingir que había estado ocupado, mientras canturreaba alegremente.


-Te envidio, por ser capaz de caminar hasta el pueblo con tanta facilidad -dijo


Sophie, cosiendo un triángulo azul a un bordado de plata-. ¿Cómo estaba Ma... mi


sobrina?


Michael dejó la mesa encantado y se sentó en el taburete junto a la chimenea para


contarle cómo le había ido. Luego le preguntó a Sophie cómo había sido su día. El


resultado fue que cuando Howl abrió la puerta empujándola con el hombro y los


brazos llenos de paquetes, Michael ni siquiera fingía estar ocupado. Estaba en el


taburete retorciéndose de risa con lo del conjuro para el duelo.


Howl retrocedió hacia la puerta para cerrarla y quedó apoyado en ella con


actitud trágica.


-¡Míralos a todos! -exclamó-. Es la ruina. Trabajo como un esclavo para


vosotros. Y ninguno, ni siquiera Calcifer, dedica un momento de su tiempo a


decirme hola.


Michael se puso de pie, sintiéndose culpable y Calcifer respondió:


-Yo nunca digo hola.


-¿Pasa algo? -preguntó Sophie.


-Eso está mejor -dijo Howl-. Algunos al menos se mo lestan en fingir que me


han visto. Qué agradable de tu parte hacerme esa pregunta, Sophie. Sí, pasa algo. El


Rey me ha pedido oficialmente que encuentre a su hermano, insinuándome


claramente que destruir a la bruja del Páramo no estaría mal. ¡Y vosotros aquí


sentados tranquilamente muertos de risa!


Para entonces era evidente que Howl estaba de un humor como para producir


lodo verde en cualquier segundo. Sophie dejó la costura a toda prisa.


-Te prepararé tostadas con mantequilla -dijo.


-¿Es eso lo único que se te ocurre frente a la tragedia? -preguntó Howl-.


¡Tostadas! No, no te levantes. He venido cargado de cosas para vosotros, así que lo


mínimo que podéis hacer es ser educados y mostrar un poco de interés. Tomad


-dijo, descargando una lluvia de paquetes sobre el regazo de Sophie y pasándole

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora