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-Voy a ver al Rey.


La bruja se echó a reír incrédula.


-¿Y el Rey te querrá ver a ti?


-Sí, claro -declaró Sophie, temblando de terror e ira-. Tengo una cita. Voy a...


a pedirle mejores condiciones para los sombrereros. Y voy de todas formas, incluso


después de lo que me has hecho.


-Entonces vas en la dirección equivocada -le dijo la bruja-. El Palacio está


detrás de ti.


-¡Ah! ¿Sí? -exclamó Sophie, con una sorpresa que no tuvo que fingir-.


Entonces debo de haberme confundido. Desde que me dejaste así he perdido el


sentido de la orientación.


La bruja se rió con ganas sin creerse una palabra de todo aquello.


-Entonces ven conmigo -dijo-, y te mostraré el camino a Palacio.


No parecía haber nada que Sophie pudiera hacer excepto dar media vuelta y


caminar con dificultad junto a la bruja, con los dos pajes siguiéndolas a


regañadientes. Sophie se sumió en la rabia y la desesperación. Miró a la bruja, que


flotaba a su lado con elegancia, y recordó que la señora Pentstemmon le había dicho


que en realidad era una anciana. «¡No es justo!», pensó Sophie, pero no podía hacer


nada al respecto.


-¿Por qué me convertiste en esto? -le preguntó mientras avanzaban por una


gran avenida con una fuente en su extremo.


-Porque estabas impidiéndome obtener cierta información que me hacía falta


-dijo la bruja-. Al final la conseguí, por supuesto.


Sophie se quedó totalmente confundida. Estaba preguntándose si serviría de


algo decir que aquello debía de ser un error, cuando la bruja añadió:


-Aunque me parece que no sabías lo que estabas haciendo -dijo riéndose,


como si eso fuera lo más gracioso de todo-. ¿Has oído hablar de un país llamado


Gales? -preguntó.


-No -dijo Sophie-. ¿Está debajo del mar?


A la bruja le pareció todavía más divertido.


-Por el momento no. Es de donde viene el mago Howl. Le conoces, ¿verdad?


-Solo de oídas -mintió Sophie-. Se come a las niñas. Es tan malo como tú


-pero sintió frío por dentro, y no parecía ser por la fuente junto a la que pasaban en


ese momento. Más allá de la fuente, al otro lado de una plaza de mármol rosa, estaba


la escalinata de piedra que conducía al Palacio.


-Ya hemos llegado, ahí está el Palacio -dijo la bruja-. ¿Estás segura de que


puedes subir todas esas escaleras?


-Gracias a ti, no -dijo Sophie-. Hazme joven otra vez y las subiré corriendo,


incluso con este calor.


-Eso no sería ni la mitad de divertido -dijo la bruja-. Hala, arriba. Y si


consigues convencer al Rey de que te reciba, recuérdale que su abuelo me mandó al


Páramo y que se la tengo guardada por ello.


Sophie miró desconsolada el largo tramo de escalones. Al menos no había nadie

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora