allí.
-No. Tendría que estar unido a Howl para conseguirlo -dijo Calcifer.
-Entonces lo intentaré yo -dijo Sophie-. ¡Pobre Lettie! ¡Primero Howl le
rompe el corazón y el otro pretendiente es un perro la mayor parte del tiempo!
Sophie puso la mano sobre la cabeza suave y redonda del perro-. Conviértete en el
hombre que deberías ser -le dijo. Lo repitió muchas veces, pero el único efecto era
que el perro parecía dormirse. Roncaba y se estremecía en sueños junto a las piernas
de Sophie.
Mientras tanto, de la planta de arriba llegaban gemidos y quejas. Sophie siguió
murmurándole cosas al perro y los ignoró. Después llegaron golpes de tos fuertes y
huecos, que se fueron convirtiendo en gemidos. Sophie también los ignoró. A las
toses les siguieron estornudos escandalosos, que hacían estremecerse las puertas y
ventanas. A Sophie le costó más no hacerles caso, pero lo consiguió.
¡Puuuuuut-puuuuuut!, se sonó la nariz, como una tuba en un túnel. Volvieron a
empezar las toses, mezcladas con gemidos. Los estornudos alternaban con los quejas
y las toses y todos aquellos sonidos se elevaron hasta alcanzar un punto en el que
Howl se las arreglaba para toser, quejarse, sonarse la nariz, estornudar y lamentarse
quedamente todo a la vez. Las puertas se estremecían, las vigas del techo temblaban
y uno de los troncos de Calcifer rodó fuera del hogar.
-¡Está bien, está bien, mensaje recibido! -dijo Sophie, colocando el tronco de
nuevo sobre la rejilla-. Lo siguiente será el lodo verde. Calcifer, asegúrate de que el
tronco sigue en su sitio -y subió las escaleras murmurando en voz alta-. ¡Hay que
ver con estos magos! ¡Como si fueran los únicos en pillar un resfriado! A ver, ¿qué te
pasa? -preguntó, avanzando a tientas por la habitación hasta la alfombra
mugrienta.
-Me muero de aburrimiento -dijo Howl con un tono patético-. O a lo mejor,
simplemente, me muero.
Estaba recostado sobre unas sucias almohadas grises, con bastante mal aspecto,
cubierto con lo que podía haber sido una colcha de retales, excepto que era de un
solo color por culpa del polvo. Las arañas que tanto parecían gustarle tejían
afanosamente en el dosel.
Sophie le tocó la frente.
-Tienes un poco de fiebre -admitió.
-Estoy delirando -dijo Howl-. Veo puntos delante de los ojos.
-Son arañas -dijo Sophie-. ¿Cómo es que no puedes curarte con un conjuro?
-Porque no existe cura para el resfriado -dijo Howl con voz lastimera-. Las
cosas dan vueltas a mi alrededor, o a lo mejor es la cabeza la que da vueltas. No dejo
de pensar en la maldición de la bruja. No me había dado cuenta de que podía
desarmarme de esa manera, aunque las cosas que se han cumplido hasta ahora han
sido todas por mi culpa. Estoy esperando a que ocurran las demás.
Sophie pensó en la desconcertante poesía.
-¿Qué cosas? ¿Dime dónde están los años pasados?
-No, eso ya lo sé -dijo Howl-. Los míos o los de cualquier otro. Están todos
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EL CASTILLO AMBULANTE
Teen FictionEste libro es para Stephen. La idea de este libro me la dio un chico durante la visita a un colegio, cuando me pidió que escribiera un libro llamado EL CASTILLO VIAJERO. Apunté su nombre y lo guardé en un lugar tan seguro que no he podido Encontr...