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Aquello fue demasiado para Sophie. En aquel momento entró temerosamente


Percival, con el cubo medio lleno de herbicida. Sophie soltó la lata, le quitó el cubo y


lo lanzó contra el mago. Howl se agachó. Michael esquivó el cubo. El herbicida


estalló en llamas verdes desde el suelo hasta el techo y el cubo chocó contra el


fregadero, donde el resto de las flores murió inmediatamente.


-¡Ay! -exclamó Calcifer desde debajo de sus troncos-. Eso ha sido fuerte.


Howl cogió con cuidado la calavera debajo de los restos marrones y humeantes


de las flores y la secó con una de las mangas.


-Claro que era fuerte -dijo-. Sophie nunca hace las cosas a medias.


La calavera, cuando Howl la secó, quedó blanca y reluciente, y la manga con que


la frotó quedó con un parche azul y plateado. Howl dejó la calavera sobre el banco y


miró la manga fastidiado.


A Sophie se le pasó por la cabeza salir airadamente del castillo otra vez y alejarse


por el camino, pero se acordó del espantapájaros. Decidió dejarse caer en la silla en


vez de eso, y quedarse allí enfurruñada en silencio. «¡No voy a hablar con nadie!»,


pensó.


-Sophie -dijo Howl-. He hecho lo que he podido. ¿No te has dado cuenta de


que tus dolores y achaques te han molestado menos últimamente? ¿O también te


gustaba sufrirlos?


Sophie no respondió. Howl se rindió y se volvió hacia Percival.


-Me alegra ver que te queda algo de cerebro -le dijo-. Me tenías preocupado.


-La verdad es que no recuerdo mucho -dijo. Pero dejó de comportarse como si


fuera medio bobo. Cogió la guitarra y la afinó. En unos segundos sonaba mucho


mejor.


-Ay, qué pena -se quejó Howl con aire patético-. Yo debo de ser el único


gales sin oído musical. ¿Le has contado a Sophie todo? ¿O de verdad no sabes qué


era lo que intentaba averiguar la bruja?


-Quería saber cosas sobre Gales -dijo Percival.


-Eso me había imaginado -dijo Howl sobriamente-. En fin.


Se metió en el baño, donde pasó dos horas. Durante ese tiempo, Percival tocó


varias canciones con la guitarra, lenta y meticulosamente, como si se estuviera


enseñando a tocar, mientras que Michael se arrastraba por el suelo con un trapo


humeante, intentando librarse del herbicida. Sophie se quedó sentada en la silla sin


decir ni una palabra. Calcifer se asomaba de vez en cuando para observarla, y volvía


a esconderse entre sus troncos.


Howl salió del cuarto de baño con el traje negro impecable, el pelo blanco


perfecto y envuelto en una nube de vapor que olía a gencianas.


-A lo mejor vuelvo bastante tarde -le dijo a Michael-. Después de


medianoche será el día de solsticio de verano y la bruja podría intentar algo. Así que


manten listas las defensas y recuerda todo lo que te he dicho, por favor.


-Muy bien -dijo Michael, dejando en el fregadero los restos humeantes del


trapo.


Howl se volvió hacia Percival.

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora