sombrero era muy caro. El rostro de la dama era de una belleza minuciosa. El pelo castaño le hacía parecer joven, pero... Los ojos de Sophie se posaron en el joven que la había seguido. Tenía un rostro ligeramente impreciso y el pelo rojizo, iba bastante bien vestido pero estaba pálido y obviamente disgustado. Miró a Sophie con una especie de horror suplicante. Era más joven que la señora. Sophie estaba confundida. —¿La señora Hatter? —preguntó la dama con voz musical pero autoritaria. —Sí, soy yo —contestó Sophie. El hombre parecía más turbado que nunca. Tal vez la señora fuese su madre. —He oído que hace unos sombreros maravillosos —dijo la señora—. Muéstremelos. Sophie no se creía capaz de contestar con el humor en que estaba. Fue a la trastienda para sacar sombreros. No había ninguno de la categoría de aquella dama, pero notó que el hombre la seguía con la mirada y aquello le puso nerviosa. Cuanto antes descubriera la señora que aquellos sombreros no eran adecuados para ella, antes se marcharía la extraña pareja. Así que siguió el consejo de Fanny y sacó primero los que menos la favorecerían. La señora los rechazó de inmediato. —Encantador —le dijo al bonete rosa—. Juventud —comentó sobre el verde manzana. Para el que tenía velos y brillos, añadió—: Aire misterioso, qué obviedad. ¿Qué más tiene? Sophie sacó el sombrero más elegante, en blanco y negro, que era el único que podría remotamente interesarle. Ella lo miró con desprecio. —Este no vale de nada a nadie. Me está haciendo usted perder el tiempo, señora Hatter. —Solo porque ha entrado usted en la tienda y ha pedido un sombrero —dijo Sophie. Detrás de la señora, el hombre abrió la boca y pareció intentar prevenirla por señas—. No somos más que una tienda pequeña en una ciudad pequeña. ¿Por qué se ha molestado en entrar? —terminó Sophie, preguntándose qué estaba ocurriendo. —Siempre me molesto cuando alguien trata de oponerse a la bruja del Páramo —dijo la dama—. He oído hablar de usted, señora Hatter, y no aprecio ni su competencia ni su actitud. He venido a pararle los pies. Eso es —extendió la mano con un movimiento descuidado hacia el rostro de Sophie. —¿Quiere decir que es usted la bruja del Páramo? —tembló Sophie. Le pareció que la voz le había cambiado del miedo y el asombro. —Lo soy —dijo la dama—. Y a ver si esto le enseña a no entrometerse con cosas que me pertenecen. —No creo que yo haya hecho algo así. Debe de haber algún error —gimió Sophie. El hombre la estaba mirando completamente horrorizado, aunque ella no sabía por qué. —No es ningún error, señora Hatter —dijo la bruja—. Vamos, Gastón —se dio la vuelta y avanzó hasta la puerta de la tienda. Mientras el hombre la abría servilmente, la bruja se dio la vuelta y le dijo a Sophie—: Por cierto, no podrás decirle a nadie que estás bajo los efectos de un conjuro —dijo. La puerta de la tienda se dobló tras ella
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EL CASTILLO AMBULANTE
Teen FictionEste libro es para Stephen. La idea de este libro me la dio un chico durante la visita a un colegio, cuando me pidió que escribiera un libro llamado EL CASTILLO VIAJERO. Apunté su nombre y lo guardé en un lugar tan seguro que no he podido Encontr...