"En el que Sophie ensucia el nombre de Howl"
CUANDO LLEGÓ AL PALACIO, Sophie volvió a sentirse mal. Sus muchas cúpulas
doradas la cegaban. Para llegar a la entrada principal había que subir una enorme
escalinata, donde un soldado con uniforme escarlata montaba guardia cada seis
escalones. Los pobres muchachos debían estar a punto de desmayarse con el calor,
pensó Sophie mientras pasaba resoplando junto a ellos.
Al final de los escalones había arcos, salones, corredores, vestíbulos, uno detrás
de otro. Sophie perdió la cuenta. En cada arcada una persona espléndidamente
vestida, con guantes, que de algún modo seguían blancos a pesar del calor, le preguntaba qué la traía por allí y luego la conducían hasta la siguiente persona en la
siguiente arcada.
-¡La señora Pendragon para ver al Rey! -resonaba la voz de cada uno por los
pasillos.
Aproximadamente a mitad de camino separaron a Howl educadamente y le
pidieron que esperara. A Michael y a Sophie los siguieron escoltando de una puerta
a otra. Los llevaron al piso superior, donde los lacayos pasaron a estar espléndidamente vestidos de azul en lugar de rojo, y fueron escoltados hasta llegar a
una antesala recubierta de paneles de madera de cien colores distintos. Allí
apartaron también a Michael y le pidieron que esperara. Sophie, que para entonces
no estaba segura de si estaba inmersa en un sueño extraño, fue conducida a través de
unas puertas enormes, y esta vez la voz resonante anunció:
-Su Majestad, la señora Pendragon ha venido a verle.
Y allí estaba el Rey, no en un trono sino sentado en una silla cuadrada que tenía
como único adorno una hoja dorada, en el medio de una gran sala, vestido con
mucha más modestia que sus sirvientes. Estaba totalmente solo, como una
persona normal. Es cierto que estaba sentado con una pierna extendida en un
ademán más bien real, y que era atractivo de una forma regordeta y un tanto vaga,
pero a Sophie le pareció demasiado joven y un poco demasiado orgulloso para
ser el Rey. Sentía que, con aquella cara, debía de sentirse menos seguro de sí
mismo. El Rey le dijo:
-Y bien, ¿para qué quiere verme la madre del mago Howl?
Y Sophie se sintió de repente sobrecogida de estar hablan do con el Rey. Era
como si el hombre que estaba allí sentado y el cargo tan importante que suponía
reinar fueran dos cosas distintas que por casualidad ocuparan la misma silla. Y se
dio cuenta de que no recordaba ni una sola palabra de todas las cosas estudiadas que
Howl le había encargado decir. Pero tenía que decir algo.
-Me ha enviado para anunciarle que no va a ir a buscar a su hermano, Su
Majestad.
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EL CASTILLO AMBULANTE
Teen FictionEste libro es para Stephen. La idea de este libro me la dio un chico durante la visita a un colegio, cuando me pidió que escribiera un libro llamado EL CASTILLO VIAJERO. Apunté su nombre y lo guardé en un lugar tan seguro que no he podido Encontr...