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Cogió la sombrilla y adoptó una pose tan guerrera que Sophie tuvo que sujetarla.
No quería ni imaginarse cómo reaccionaría Howl si Fanny le despertaba atacándole
con su sombrilla.
-¡No, no! -dijo Sophie-. Howl se ha portado muy bien conmigo-. Y Sophie
se dio cuenta de que era verdad. Howl tenía una forma un poco extraña de mostrar
su amabilidad, pero teniendo en cuenta todo lo que Sophie había hecho para
molestarlo, la verdad es que se había portado muy bien con ella.
-¡Pero dicen que se come vivas a las mujeres! -exclamó Fanny, todavía
luchando por ponerse en pie.
Sophie sujetó su sombrilla.
-No, no es verdad -dijo-. Escúchame. ¡No es malvado en absoluto!-. En ese
momento se oyó un chisporroteo en la chimenea, donde Calcifer estaba observando
la escena con interés-. ¡No lo es! -repitió Sophie, tanto para Calcifer como para
Fanny-. ¡En todo el tiempo que llevo aquí, no le he visto hacer ni un solo conjuro
malvado!-. Lo que de nuevo era cierto, lo sabía.
-Entonces tendré que creerte -dijo Fanny, relajándose-, aunque estoy segura
de que si se ha reformado debe de ser gracias a ti. Siempre tuviste cierta habilidad,
Sophie. Eras capaz de calmar las rabietas de Martha cuando a mí me era imposible. Y
siempre dije que gracias a ti Lettie se salía con la suya solo la mitad de las veces en
lugar de todas. ¡Pero debías de haberme dicho dónde estabas, cariño!
Sophie sabía que tenía razón. Se había creído todo lo que le había dicho Martha,
cuando ella conocía bien a Fanny y sabía que no era así. Se sintió avergonzada.
Fanny estaba impaciente por hablarle a Sophie del señor Sacheverell Smith. Se
lanzó a contar una historia larga y entusiasta sobre cómo conoció al señor Smith la
misma semana en que Sophíe se marchó y se casó con él al cabo de siete días. Sophie
la observaba mientras hablaba. Ahora que era una anciana, tenía una perspectiva
totalmente distinta de Fanny: era una señora todavía joven y hermosa, y la
sombrerería le habría parecido tan aburrida como a Sophie. Pero se quedó con ellos
y lo hizo lo mejor que pudo tanto con la tienda como con las tres niñas, hasta la
muerte del señor Hatter. Después tuvo miedo de volverse exactamente como Sophie:
vieja antes de tiempo y sin sacar nada a cambio.
-Y entonces, como tú no estabas allí para heredarla, me pareció que no había
motivo para no vender la sombrerería -dijo Fanny, cuando se oyeron unos pasos en
el armario.
Michael entró, diciendo:
-Tenemos que cerrar la tienda. ¡Y mirad quién está aquí!
Levantó la mano de Martha. Martha estaba más delgada y más rubia y casi
parecía otra vez ella misma. Soltó a Michael y echó a correr hacia Sophie, gritando:
-¡Sophie, tenías que habérmelo dicho! -mientras la envolvía en un abrazo.
Luego abrazó también a Fanny, como si nunca hubiera dicho nada malo sobre ella.
Pero aquello no fue todo. Lettie y la señora Fairfax entraron por el armario justo
después de Martha, cargando un cesto entre las dos, y después llegó Percival, que
parecía más animado de lo que Sophie le había visto nunca.

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora