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el mal. ¿Por casualidad no tendría una pista sobre qué puede ser?


Sophie oyó en su cabeza la voz de Calcifer diciendo: «A la larga, este contrato no


nos conviene a ninguno de los dos». Sintió un escalofrío, pese al calor que entraba


por las ventanas abiertas de la sala elegante en penumbra.


-Sí -dijo-. Ha firmado algún tipo de contrato con su demonio del fuego.


Las manos de la señora Pentstemmon temblaron un poco sobre el bastón.


-Eso debe de ser. Debe romper ese contrato, señora Pendragon.


-Lo haría, si supiera cómo -dijo Sophie.


-Seguro que sus sentimientos maternales y su poderosa magia le dirán cómo


hacerlo. La he estado observando, señora Pendragon, aunque no se haya dado


cuenta...


-Sí que me he dado cuenta, señora Pentstemmon -dijo Sophie.


-... y me gusta su talento -terminó la señora Pentstemmon-. Le da vida a las


cosas, como a ese bastón que lleva, con el que evidentemente ha estado hablando


hasta que se ha convertido en lo que el hombre de la calle llamaría una varita mágica.


Creo que no le costará demasiado romper el contrato.


-Sí, pero necesito saber cuáles son los términos -dijo Sophie-. ¿Le ha dicho


Howl que soy bruja? Porque si se lo ha dicho...


-No. No hay por qué ser modesta. Puede confiar en mi experiencia para saber


estas cosas -dijo la señora Pentstemmon. Después, para alivio de Sophie, cerró los


ojos. Era como si hubieran apagado una potente lámpara-. Yo no sé nada de


semejantes contratos, ni quiero saberlo -su bastón tembló de nuevo, como si


estuviera tiritando. Sus labios se contrajeron de repente, como si hubiera mordido


inesperadamente un grano de pimienta-. Ahora entiendo lo que le ha pasado a la


bruja -dijo-. Hizo un contrato con el demonio del fuego y al cabo de los años el


demonio ha ido tomando control sobre ella. Los demonios no entienden la diferencia


entre el bien y el mal. Pero se les puede engañar para que firmen un contrato,


siempre que el humano les ofrezca algo valioso, algo que solo los humanos tienen.


Esto prolonga la vida de ambos y el humano obtiene el poder mágico del demonio


para aumentar el suyo propio -la señora Pentstemmon abrió de nuevo los ojos-.


Ya no puedo decir más sobre el asunto, excepto aconsejarle que encuentre qué


consiguió el demonio a cambio. Ahora debo despedirme. Tengo que descansar un


poco.


Y como por arte de magia, lo que probablemente era el caso, se abrió la puerta y


apareció el paje para acompañar a Sophie fuera de la sala. Sintió un gran alivio al


marcharse. Para entonces estaba prácticamente retorciéndose de vergüenza. Volvió


la vista hacia la forma rígida de la señora Pentstemmon mientras se cerraba la puerta


y se preguntó si se hubiera sentido igual de mal si realmente hubiera sido la madre


de Howl. Sophie pensó que sí.


-¡Me quito el sombrero ante Howl por aguantarla como profesora más de un


día! -murmuró para sí.


-¿Perdón, señora? -le preguntó el paje, pensando que Sophie le estaba


hablando a él.

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora