-Creo que deberíamos vivir felices y comer perdices.
A ella le pareció que lo decía en serio. Sophie sabía que lo de comer perdices con
Howl sería mucho más ajetreado de lo que se daba a entender en los cuentos, pero
estaba dispuesta a probarlo.
-Será espeluznante -añadió Howl.
-Y me explotarás -dijo Sophie.
-Y tú cortarás todos mis trajes para darme una lección -replicó Howl.
Si Sophie y Howl hubieran podido prestarles atención, habrían visto que el
príncipe Justin, el mago Suliman y la señora Fairfax intentaban hablar con Howl y
que Fanny, Martha y Lettie le tiraban de las mangas a Sophie, mientras Michael
hacía lo mismo con su maestro.
-Nunca había visto unas palabras de poder tan bien usadas -dijo la señora
Fairfax-. Yo no hubiera sabido qué hacer con esa criatura. Como digo siempre...
-Sophie -dijo Lettie-. Necesito consejo.
-Mago Howl -dijo el mago Suliman-. Debo disculparme por intentar
morderte tantas veces. En circunstancias normales, nunca se me ocurriría hincarle
los dientes a un compatriota.
-Sophie, creo que este caballero es un príncipe -comentó Fanny.
-Señor -dijo el príncipe Justin-, creo que debo darle las gracias por
rescatarme de la bruja.
-¡Sophie -exclamó Martha-, se te ha quitado el conjuro! ¿Me oyes?
Pero Sophie y Howl se habían tomado de la mano y no podían parar de sonreír.
-No me molestéis ahora con eso -dijo Howl-. Solo lo hice por el dinero.
-¡Mentiroso! -dijo Sophie.
-¡He dicho que Calcifer ha vuelto! -gritó Michael.
Aquello consiguió llamar la atención de Howl, y la de Sophie también. Miraron a
la chimenea, donde, efectivamente, el familiar rostro azul llameaba entre los troncos.
-No hacía falta que volvieras -dijo Howl.
-No me importa, siempre que pueda ir y venir a mi antojo -dijo Calcifer-.
Además, está lloviendo ahí fuera en Market Chipping.
ESTÁS LEYENDO
EL CASTILLO AMBULANTE
Teen FictionEste libro es para Stephen. La idea de este libro me la dio un chico durante la visita a un colegio, cuando me pidió que escribiera un libro llamado EL CASTILLO VIAJERO. Apunté su nombre y lo guardé en un lugar tan seguro que no he podido Encontr...