"EN EL QUE SOPHIE ENTRE EN UN CASTILLO Y HACE UN TRATO"
EN EL MURO HABÍA UNA PUERTA grande y negra y Sophie avanzó hacia ella, cojeando con energía. El castillo era todavía más feo visto de cerca. Era demasiado alto para su base y no tenía una forma muy regular. Por lo que podía ver Sophie en aquella oscuridad, estaba construido con grandes bloques que parecían de carbón y, como el carbón, todos los bloques tenían distintas formas y tamaños. Cuando se acercó, notó que desprendía frío, pero aquello no la asustó en absoluto. En lo único que pensaba era en sillas y chimeneas y alargó una mano anhelante hacia la puerta. La mano fue incapaz de tocarla. Algún tipo de pared invisible la detuvo a un palmo de la puerta. Sophie la empujó con un dedo irritado. Como aquello no sirvió de nada, lo intentó con el bastón. La pared invisible parecía cubrir por arriba toda la puerta hasta donde alcanzaba su vara y, por abajo, hasta el brezo que sobresalía por debajo del escalón de entrada. —¡Ábrete! —le dijo Sophie. No sirvió de nada. —Muy bien —dijo Sophie—. Pues encontraré tu puerta trasera. Avanzó hacia la esquina izquierda del castillo, que estaba más cerca y ligeramente cuesta abajo. Pero no fue capaz de doblarla. La pared invisible la volvió a detener en cuanto llegó a la altura de la esquina irregular. Entonces, Sophie dijo una palabra que había aprendido de Martha, que ni las ancianas ni las niñas pequeñas deben pronunciar, y avanzó a trompicones; cuesta arriba, en el sentido contrario a las agujas del reloj, hacia la esquina derecha del castillo. Allí no había ninguna barrera. Dobló la esquina y avanzó impaciente hacia el segundo portón negro situado en medio de aquella pared del castillo. El humo negro sopló sobre ella y Sophie tosió. Ahora estaba enfadada. Era vieja, frágil, tenía frío y le dolía todo. La noche había caído y aquel castillo le había soplado humo en la cara. —¡Voy a hablar con Howl sobre esto! —dijo, y se lanzó con fiereza hacia la siguiente esquina. Tampoco allí había ninguna barrera. Era obvio que había que dar la vuelta al castillo en sentido contrario a las agujas del reloj. En aquella pared había una tercera puerta, mucho más pequeña y desvencijada. —¡Por fin la puerta trasera! —exclamó Sophie. El castillo volvió a moverse en cuanto Sophie se acercó a aquella entrada. El suelo tembló. Las paredes se estremecieron y crujieron, y la puerta empezó a moverse de lado alejándose de ella. —¡No, no hagas eso! —gritó Sophie. Corrió tras la puerta y la golpeó
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EL CASTILLO AMBULANTE
Teen FictionEste libro es para Stephen. La idea de este libro me la dio un chico durante la visita a un colegio, cuando me pidió que escribiera un libro llamado EL CASTILLO VIAJERO. Apunté su nombre y lo guardé en un lugar tan seguro que no he podido Encontr...