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-Creo que anoche perdimos el tiempo correteando por los pantanos -dijo


Sophie-. Michael asintió con expresión sombría. Sophie se dio cuenta de que se


sentía ridículo-. Fue culpa mía -añadió-. Yo abrí la puerta.


-¿Qué había fuera? -preguntó Michael con gran interés.


Pero justo entonces Howl bajó las escaleras corriendo.


-Resulta que no tengo el libro -dijo. Ahora parecía molesto-. Michael, ¿te he


oído decir que intentaste atrapar una estrella fugaz?


-Sí, pero estaba muy asustada y se cayó en un charco y se ahogó -dijo Michael.


-¡Gracias al cielo! -dijo Howl.


-Fue muy triste -dijo Sophie.


-¿Conque triste, eh? -dijo Howl, más alterado que nunca-. Fue idea tuya, ¿a


que sí? ¡Cómo no! ¡Te imagino perfectamente cojeando entre los charcos,


animándole! Pues permíteme que te diga que es la cosa más estúpida que ha hecho


en su vida. ¡Y todavía habría sido peor si la hubiera atrapado por casualidad! Y tú...


Calcifer chispeó soñoliento en la chimenea.


-¿A qué viene tanto escándalo? -preguntó-. Tú también atrapaste una, ¿no?


-Sí, y... -Howl se giró a Calcifer para taladrarle con su mirada vidriosa, pero


consiguió dominarse y se volvió hacia Michael-. Michael, prométeme que no


volverás a intentar cazar otra.


-Te lo prometo -dijo Michael encantado-. ¿Y qué es eso si no es un conjuro?


Howl miró el papel gris que tenía en la mano.


-Se llama Canción, y eso es lo que es, supongo. Pero no está todo y no recuerdo


el resto-. Se quedó pensando, como si se le hubiera ocurrido una nueva idea, algo


que parecía preocuparle-. Creo que el siguiente verso era importante -dijo-. Será


mejor que lo lleve de vuelta y vea... -fue hacia la puerta y giró el taco con el negro


hacia abajo. Entonces se detuvo. Se volvió a Michael y a Sophie, que naturalmente


estaban los dos mirando hacia la puerta-. Está bien -dijo-. Sé que Sophie se


colará de alguna manera si la dejo aquí, y no es justo para Michael. Venid los dos, así


puedo teneros vigilados.


Abrió la puerta hacia la nada y se adentró en ella. Con las prisas, Michael se


tropezó con el taburete. Sophie desparramó los paquetes a un lado y a otro del hogar


al levantarse de golpe.


-¡No dejes que se quemen con las chispas! -le dijo a Calcifer apresuradamente.


-Si prometes contarme qué hay ahí fuera -dijo Calcifer-. Por cierto, ya te he


dado la pista.


-¿En serio? -dijo Sophie. Tenía demasiada prisa como para prestarle atención

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora