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-¿Aceptas el trato? -Si tú aceptas romper mi encantamiento -replicó Sophie, con el valiente presentimiento de haber dicho algo fatal. -¡Hecho! -gritó el demonio, elevando su larga cara y satisfecha hacia la chimenea-. jRomperé tu hechizo en el mismo momento en que rompas mi contrato! -Entonces dime cómo romper tu contrato -dijo Sophie. Los ojos anaranjados la miraron y luego se apartaron. -No puedo. Una parte del contrato es que ni el mago ni yo podemos revelar cuál es la cláusula principal. Sophie comprendió que la habían engañado. Abrió la boca para decirle al demonio que en ese caso podía quedarse en el hogar hasta el día del juicio final. El demonio se dio cuenta de sus intenciones. -¡Espera un momento! -crepitó-. Puedes averiguar qué es si observas y escuchas atentamente. Te suplico que lo intentes. A la larga, este contrato no nos hace bien a ninguno de los dos. Y sé cumplir mi palabra. ¡El hecho de que esté aquí preso muestra que la estoy cumpliendo! Lo decía en serio, saltando entre los troncos con gran agitación. Sophie volvió a sentir mucha compasión por él. -Pero si tengo que observar y escuchar, eso quiere decir que tengo que quedarme aquí en el castillo de Howl -objetó. -Solo será un mes o así. Recuerda que yo también tengo que estudiar tu conjuro -suplicó el demonio. -¿Pero qué excusa puedo poner para quedarme? -preguntó Sophie. -Ya se nos ocurrirá algo. Howl es un desastre para muchas cosas. De hecho -dijo el demonio, siseando como una víbora-, está demasiado pagado de sí mismo para ver más allá de sus narices la mitad de las veces. Podemos engañarle, si es que decides quedarte. -Muy bien -dijo Sophie-, me quedaré. Ahora busca una excusa. Se arrellanó cómodamente en la silla mientras el demonio pensaba. Y pensaba en voz alta, con murmullos crepitantes y resplandecientes que a Sophie le recordaron bastante a cómo hablaba ella con su bastón cuando venía por el camino, y mientras pensaba ardía con un crepitar tan alegre y poderoso que volvió a quedarse dormida. Le pareció que el demonio había hecho algunas sugerencias. Recordó haber negado con la cabeza ante la propuesta de fingir ser la tía abuela de Howl que se había perdido hacía mucho tiempo, y un par de ideas aún más descabelladas, pero no se acordaba muy bien. Al final al demonio le dio por cantar una tonada dulce y flameante. No estaba en ningún idioma que Sophie conociese, o eso le pareció, hasta que distinguió la palabra sartén varias veces. Y era muy indicada para dormir. Sophie cayó en un sueño profundo, con la ligera sospecha de que la estaban hechizando además de engañando, pero no le molestó particularmente. Pronto se habría librado del conjuro

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora