3/5

361 46 0
                                    

encantamiento. Eso espabiló a Sophie de su sopor. -¡Lo notas! -exclamó-. ¿Me lo puedes quitar? Se oyó un silencio crepitante y ardiente mientras los ojos anaranjados en el rostro azul del demonio recorrían a Sophie de arriba abajo. -Es un conjuro muy potente -dijo por fin-. A mí me parece uno de los de la bruja del Páramo. -Lo es -respondió Sophie. -Pero hay algo más -añadió el demonio-. Detecto dos capas. Y por supuesto no puedes contárselo a nadie a menos que ya lo sepan -miró a Sophie un momento más-. Tendré que estudiarlo. -¿Cuánto tardarás? -preguntó Sophie. -Puedo tardar un buen rato -dijo el demonio. Y añadió con una chispa suave y persuasiva-: ¿Qué te parece si hacemos un trato? Yo romperé tu hechizo si tú accedes a romper este contrato que me tiene sometido. Sophie miró con desconfianza el rostro delgado y azul del demonio. Había hecho aquella propuesta con una expresión cargada de astucia. Por todos los libros que había leído, sabía que era extremadamente peligroso hacer tratos con un demonio. Y no había duda de que aquel parecía especialmente malvado, con aquellos largos dientes morados. -¿Estás seguro de que eres honrado? -le preguntó. -No del todo -admitió el demonio-. ¿Pero es que acaso quieres quedarte así hasta que te mueras? Fiándome de mi experiencia en este tipo de cosas, el conjuro te ha acortado la vida unos sesenta años. Aquel era un pensamiento horrible, que Sophie había tratado de evitar hasta hora. Pero cambiaba las cosas. -Ese contrato que te ata -dijo-, es con el mago Howl, ¿no? -Naturalmente -dijo el demonio. Su voz volvió a gemir un poco-. Estoy atado a este hogar y no puedo moverme ni siquiera a un paso de distancia. Me obliga a realizar casi toda la magia que se hace aquí. Tengo que ocuparme del castillo, mantenerlo en movimiento y hacer todos esos efectos especiales que asustan a la gente, además de todas las otras cosas que Howl quiera de mí. Howl es un desalmado, ¿sabes? Sophie no necesitaba que le dijeran que Howl era un desalmado. Por otra parte, el demonio seguramente era igual de malvado. -¿Y tú no sacas nada de este contrato? -le preguntó. -Si no sacara algo, no lo habría firmado -dijo el demonio, chispeando con tristeza-. Pero de haber sabido lo que me esperaba, no lo hubiera hecho. Me están explotando. Pese a su desconfianza, Sophie se compadeció de él. Pensó en sí misma haciendo sombreros mientras Fanny se divertía por ahí. -Está bien -dijo-. ¿Cuáles son los términos de tu contrato? ¿Cómo lo rompo? Una sonrisa púrpura e impaciente se extendió por el rostro azul del demonio

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora