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sí?
—El verde manzana. Yo lo adorné —dijo Sophie.
—Y el bonete que llevaba Jane Ferrier cuando conoció a aquel noble —continuó
Martha—. Eres un genio con los sombreros y la ropa, Sophie. ¡Y mamá lo sabe!
Sellaste tu futuro cuando le hiciste aquel vestido a Lettie para la fiesta del año
pasado. Y ahora eres tú quien gana el dinero mientras ella se divierte por ahí.
—Ella hace las compras —dijo Sophie.
—¡Las compras! —gritó Martha. Sus pulgares giraban enfurecidos—. Eso lo
liquida en media mañana. La he visto, Sophie. Y he oído los rumores. ¡Anda por ahí
en un carruaje alquilado y con ropa nueva gracias a lo que ganas tú, y visita todas las
mansiones del valle! Dice que va comprar esa casa tan grande en Vale End y
establecerse a lo grande. ¿Y qué haces tú?
—Bueno, Fanny se merece disfrutar un poco después de todo lo que ha trabajado
para criarnos a las tres —dijo Sophie—. Supongo que yo heredaré la tienda.
—¡Menudo destino! —exclamó Martha—. Oye...
Pero en ese momento en el otro extremo de la habitación estaban retirando dos
rejillas vacías y un aprendiz consiguió asomar la cabeza entre ellas.
—Me pareció oír tu voz, Lettie —dijo, sonriendo con un aire de lo más amistoso y
galante—. Acaba de salir otra hornada. Díselo a todos —su cabeza, cubierta por
cabello rizado y un tanto harinoso, volvió a desaparecer. A Sophie le pareció un
muchacho simpático. Estaba deseando preguntar si era el que a Martha le gustaba de
verdad, pero no tuvo ocasión. Martha se levantó a toda prisa sin dejar de hablar.
—Tengo que decirle a las chicas que saquen esto a la tienda. Ayúdame con esta
—dijo arrastrando la bandeja más cercana. Sophie la ayudó a llevarla hasta la tienda,
ruidosa y llena de actividad—. Tienes que hacer algo por ti misma, Sophie
—continuó Martha mientras avanzaban—. Lettie no dejaba de repetir que no sabía
que pasaría contigo cuando no estuviéramos nosotras para darte un poco de
confianza en ti misma. Y tenía razón en preocuparse.
En la tienda, la señora Cesari tomó la bandeja en sus enormes brazos, gritando
instrucciones, y una hilera de ayudantes pasó corriendo junto a Martha para recoger
las demás. Sophie se despidió a voces y se deslizó entre el tumulto. No le parecía
apropiado quitarle más tiempo a Martha. Además, quería estar a solas para pensar.
Se fue a casa corriendo. Desde el prado donde se encontraba la Feria, junto al río,
estaban lanzando fuegos artificiales que competían con los relámpagos azules del
castillo de Howl. Sophie se sintió más desvalida que nunca.
Durante toda la semana siguiente no dejó de pensar y pensar, y lo único que
consiguió fue sentirse confundida y descontenta. Las cosas no parecían ser como ella
creía, listaba asombrada por lo que habían hecho Lettie y Martha. Durante muchos
años las había mal interpretado. Pero no podía creer que Fanny fuera el tipo de
mujer que decía su hermana.
Tuvo mucho tiempo para pensar porque, aunque Bessie se marchó para casarse y
Sophie estaba casi siempre sola en la tienda, Fanny parecía pasar mucho tiempo
fuera, divirtiéndose o no, y el negocio se tranquilizó después de las fiestas. Tres días

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora