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Calcifer. El pobre Calcifer rodaba indefenso por el suelo, llameando de lado sobre las
piedras y gimiendo roncamente de terror. La señorita Angorian levantó un pie para
pisarlo y Sophie tuvo que soltar el bastón para lanzarse a rescatar a Calcifer. Pero el
bastón, para su sorpresa, siguió golpeando solo a la señorita Angorian una y otra vez.
«¡Claro!», pensó Sophie. Ella le había dado vida con sus palabras. La señora
Pentstemmon se lo había dicho.
La señorita Angorian siseó y se tambaleó. Sophie se levantó con Calcifer en las
manos y vio que el bastón seguía atacando a la señorita Angorian y echaba humo a
causa del calor que ella despedía. En cambio, Calcifer no parecía muy caliente.
Estaba azul lechoso de miedo. Sophie sintió que el bulto oscuro del corazón de Howl
latía muy débilmente entre sus dedos. Tenía que ser el corazón de Howl lo que tenía
entre las manos. Se lo había dado a Calcifer como su parte del contrato, para
mantenerle con vida. Seguramente Calcifer le había dado mucha pena pero, de todas
formas, ¡menuda tontería había hecho!
Fanny y la señorita Fairfax entraron corriendo por la puerta que daba a las
escaleras, empuñando sendas escobas. Al verlas venir, la señorita Angorian pareció
comprender que había fracasado. Corrió hacia la puerta, con el bastón de Sophie
todavía flotando sobre ella y atacándola.
-¡Detenedla! -gritó Sophie-. ¡Que no se escape! ¡Defended todas las puertas!
Todos obedecieron a la carrera. La señora Fairfax se colocó en el armario de las
escobas con la suya en alto. Fanny cubrió las escaleras. Lettie se puso en pie de un
salto y defendió la puerta que daba al patio y Martha se colocó a la entrada del
cuarto de baño. Michael corrió hacia la puerta del castillo.
Percival se levantó de un brinco del camastro y corrió también hacia la puerta.
Estaba pálido y tenía los ojos cerrados, pero corrió incluso más rápido que Michael.
Llegó allí primero, y abrió la puerta.
Como Calcifer estaba paralizado, el castillo había dejado de moverse. La señorita
Angorian vio los arbustos detenidos en la bruma y corrió hacia la puerta con una
velocidad inhumana. Pero antes de que pudiera alcanzarla, quedó bloqueada por el
espantapájaros, que llevaba al príncipe Justin colgado sobre los hombros, todavía
con el chal de Sophie. Extendió sus brazos de palo de lado a lado de la puerta, blo-
queando el paso. La señorita Angorian retrocedió ante él.
El bastón que la golpeaba estaba ardiendo. Su punta de metal relucía y Sophie se
dio cuenta de que no duraría mucho más. Afortunadamente, la señorita Angorian lo
odiaba de tal forma que agarró a Michael y lo interpuso entre el bastón y su cuerpo.
El bastón sabía que no podía hacer daño a Michael, así que se quedó suspendido en
el aire, envuelto en llamas. Martha se acercó corriendo e intentó tirar de Michael. El
bastón tuvo que evitarla a ella también. Sophie había vuelto a hacer mal las cosas,
como siempre.
No había tiempo que perder.
-Calcifer -dijo Sophie-. Tendré que romper el contrato. ¿Te matará?
-Me mataría si lo hiciera cualquier otra persona -dijo , Calcifer con voz
enronquecida-. Por eso te pedí que lo hicieras tú. Sabía que podías insuflarle vida a

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora